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Escuche, señor presidente, escuche

Por - 07 de Abril 2016

Independientemente de las razones que motiven los balances sobre las marchas del 2 de abril, hay un hecho incontrovertible del cual no se puede hacer caso omiso.

Independientemente de las razones que motiven los balances sobre las marchas del 2 de abril, hay un hecho incontrovertible del cual no se puede hacer caso omiso.  

Es evidente que miles de colombianos se movilizaron en varias ciudades de Colombia con el fin de expresar su malestar y descontento, al igual que para insistir en propuestas sobre distintos temas de interés nacional. Y lo hicieron en paz, demostrando así que salir a las calles de manera tranquila es la mayor, mejor y más auténtica expresión del sentimiento democrático.

Por otra parte, no hay motivos para sorprenderse. El sentimiento mayoritario en el país es de desencanto. La falta de credibilidad en todos los poderes crece paulatinamente, al tiempo que las organizaciones políticas no son depositarias de la confianza de la gente. 

Además, es imposible desconocer que las conversaciones en La Habana se adelantan entre un presidente que tiene el 13 % de apoyo y una organización terrorista cuya imagen desfavorable es del 97 %.

Si a lo anterior se suman las dificultades de la economía, las crisis del sector social, y el problema eléctrico, entre otros factores negativos de la realidad actual, ¿es posible extrañarse frente a demostraciones masivas de rechazo como las que tuvieron lugar el pasado sábado? Por supuesto que no.

En una coyuntura como la que se está atravesando, el Gobierno tiene la obligación de actuar con gran responsabilidad. Debe desprenderse de las tentaciones de la soberbia, que son tan comunes en quienes ostentan el poder, y escuchar con humildad los mensajes que los ciudadanos del común le están enviando. Sobre todo cuando estos son tantos y repetidos a través de muchos canales. El último fue la calle, pero las voces de disgusto se están escuchando desde hace muchos meses.

Las bases sobre las que el presidente Santos aspira a edificar un edificio de paz, equidad y educación son frágiles, inestables o inexistentes. El apoyo en el Congreso es apenas una red de pequeñas microempresas electorales, que en poco tiempo empezarán a migrar tras los aires de las nuevas expectativas de poder. La opinión pública, en lugar de aplaudir al jefe de Estado, lo castiga. Y las Farc siguen sacándole jugo a las conversaciones, buscando ganar en la mesa lo que no pudieron imponerle a la sociedad mediante el terrorismo.

Como si lo anterior fuera poco, se empeñó, por razones de estrategia electoral, en dividir artificialmente a los ciudadanos entre amigos y enemigos de la paz, con lo que cavó una brecha dañina.

En esas condiciones, lo único que conseguirá, si no cambia el rumbo, será seguir llenando de razones a los manifestantes que deseen protestar pacífica y democráticamente. Vox Populi, Vox Dei, el viejo proverbio latino que nos dice que la voz del pueblo es la voz de Dios, sigue teniendo vigencia y es aleccionador.

Escuche, señor Presidente, escuche.