default

¿Estructural?

Por Miguel Gómez Martínez - 27 de Octubre 2016

La reforma no va a cambiar nada de fondo porque no es estructural. Lo sería si tuviera una visión del conjunto de las finanzas públicas.

La reforma no va a cambiar nada de fondo porque no es estructural. Lo sería si tuviera una visión del conjunto de las finanzas públicas.  

Muy al estilo santista, de magnificar sus modestos logros, el proyecto de reforma tributaria fue anunciado desde hace meses como un cambio ‘estructural’ en el sistema impositivo.  Sin embargo, cuando se analiza en detalle, es otra decepción y se limita a exprimir, aún más, a los ciudadanos, mientras se mantienen las troneras y privilegios existentes.   Hay que reconocer que el texto corrige algunos de los errores de la anterior reforma tributaria, presentada también por Santos y su ministro Cárdenas, y que creó el odioso e ineficaz impuesto a la riqueza Cree. Algunos en el Congreso le advertimos, entonces, al titular de Hacienda que el enfoque de esa reforma anterior era equivocado.    Yo tengo mi conciencia limpia, pues voté en contra de lo que consideraba era un proyecto que penalizaba la competitividad y generaba todavía más inequidad tributaria, como bien lo señala hoy el senador Jorge Robledo.   La reforma subirá el IVA, el impuesto más injusto, y estimulará la evasión. Incorporará al sistema de tributación a colombianos que reciben ingresos mensuales bajísimos, creará una nueva modalidad de impuesto, el monotributo, para terminar de aburrir a los comerciantes legales que enfrentan la competencia creciente de los informales. Esas son las novedades. Tendrá el efecto macroeconómico de debilitar el ingreso disponible de los consumidores y frenar una demanda ya bien golpeada por la inflación.   La reforma no va a cambiar nada de fondo porque no es estructural. Lo sería si tuviera una visión del conjunto de las finanzas públicas. Ello debería incluir un análisis integral sobre la eficiencia del gasto público, que es un tema vedado en Colombia. La inmensa mayoría de los programas públicos están plagados de burocracia, corrupción y ausencia de indicadores de gestión.    Estructural sería la reforma si fomentara el ahorro financiero y la bancarización, eliminando el 4 x 1.000. Pero en esos temas el Gobierno le hace conejo una vez más al país.   Estructural sería la reforma si abordara el control de las estructuras legales diseñadas para fomentar la evasión como los encargos fiduciarios, las cooperativas, las universidades de garaje y tantas entidades sin ánimo de lucro que son minas de oro para quienes las controlan.   La reforma es necesaria porque cayeron los precios del petróleo. Pero no es la única razón de la tronera fiscal. La Contraloría General concluyó, por ejemplo, que el Gobierno había gastado $2,2 billones en publicidad antes de las elecciones de 2014.   Si en algo el uribismo tiene toda la razón es que este es un Gobierno derrochón, que siempre necesita más recursos porque la voracidad de sus socios políticos no tiene límites.    Triste que esta administración, que ha tenido desde el primer día las más grandes mayorías parlamentarias de la historia de la República, haya sido incapaz de enfrentar los desafíos estructurales de esta sociedad como el tema pensional, la reforma del sistema de salud, la modificación del régimen de transferencias, el fortalecimiento de los fiscos territoriales, la democratización del mercado de capitales, la racionalización del absurdo régimen de regalías o la implementación de una política de estímulos a la competitividad.    Coletilla: el tema de la remuneración de las madres comunitarias es otra bandera populista en la que el Gobierno se dejó embarcar. El impacto fiscal puede ser aterrador.   Portafolio, Bogotá, 25 de octubre de 2016