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Institucionalidad gremial

Por CONtexto ganadero - 03 de Febrero 2016

No puede ser que los rencores, los odios personales o las desavenencias políticas, ni mucho menos la actitud genuflexa y supeditada al trueque de simpatías, muchas veces hipócritas, o de prerrogativas efímeras para cautivar opinión y provocar la división y el resquebrajamiento de la institucionalidad gremial, lleguen a convertirse en el patrón dominante hoy día en Colombia.

No puede ser que los  rencores, los  odios personales o las desavenencias políticas, ni mucho menos la actitud genuflexa y supeditada al trueque de simpatías, muchas veces hipócritas, o  de prerrogativas efímeras para cautivar opinión y  provocar la división y el resquebrajamiento de la institucionalidad gremial, lleguen a convertirse en el patrón dominante hoy día en Colombia.

Precisamente, cuando más se requiere de la participación ciudadana sin exclusiones en el nuevo direccionamiento del país. Del diálogo y las opiniones en medio de la más cordial compostura y armonía.   Se trata esta, entonces, de una voz de alerta para fortalecer la unidad gremial y una invitación al Gobierno a la reflexión, para  que reconozca el disenso como un derecho de estos, sobre todo dentro del marco constitucional y legal.   La independencia de pensamiento y la autonomía para organizarse y actuar, son principios básicos del ejercicio gremial a nivel universal en la lucha por el beneficio de sus representados.   La vocería objetiva, sin favorecimientos ni premeditaciones perversas, constituyen la materia prima para construir y ejercer un liderazgo representativo y  confiable.   En consecuencia, las autoridades gubernamentales están llamadas a preservar y hacer respetar la asociatividad, como una forma de aunar esfuerzos y tener acceso a un método de interlocución valida.   Es función suya escuchar y atender, sin discriminación alguna sus preocupaciones y  exigencias, y ofrecerles solución y alivio mediante acuerdos entre las partes.   En tiempos difíciles como los actuales y particularmente a raíz de lo que nos depara el posconflicto y la vinculación de sus actores en la dinámica cotidiana por venir, los gremios deben estar consolidados y en condiciones de participar y defender sus propósitos del brazo de los organismos oficiales y mediante programas que les garanticen su integridad  y permanencia.   Es por ese motivo, que  desde ahora hay que tener en cuenta a los voceros gremiales y asegurar para ellos el apoyo y la solidaridad de sus representados. De manera contraria, sería ceder el espacio conquistado durante muchos años.   Los pesos y contrapesos de la democracia y más concretamente, las determinaciones que pudiesen llegar afectar a la comunidad, demandan de espacios y metodologías de conciliación entre el Gobierno y el sector privado a través de los gremios, en procura del bien común y de su sana contribución al desarrollo del país.   Así las cosas, mientras pueda haber personas interesadas en pescar en rio revuelto y en auspiciar discordias incitando a que se tomen medidas no siempre las más apropiadas, no puede permitirse que induzcan al desconcierto, e impere la complicidad y el oportunismo, porque si eso llegare a suceder, la historia nos habrá de pasar su cuenta de cobro por haber dejado incurrir en ese gravísimo error estratégico y táctico.