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Las Farc creen que juegan ajedrez

Por Fernando Londoño - 20 de Noviembre 2013

Dos Antonios, Caballero y Albiñana, colombiano el primero y buen escritor, se dice sinceramente, y español el otro, contratado por Canal Capital para este tipo de cosas, se fueron para La Habana a reunirse con los cabecillas de las Farc y a celebrar con ellos reportajes claramente encaminados a reconciliarlos con un país que los detesta y a lavarlos de toda mancha de delito.

Dos Antonios, Caballero y Albiñana, colombiano el primero y buen escritor, se dice sinceramente, y español el otro, contratado por Canal Capital para este tipo de cosas, se fueron para La Habana a reunirse con los cabecillas de las Farc y a celebrar con ellos reportajes claramente encaminados a reconciliarlos con un país que los detesta y a lavarlos de toda mancha de delito.

El problema estriba en que no contaron con Mezger, de cuya existencia no tienen noticia Caballero ni Albiñana, y todavía menos los contertulios de aquella idílica función habanera. Lástima. Porque con Mezger a bordo terminan inútiles tantos esfuerzos por demostrar que la gente “muy formada” de las Farc no tiene nada de qué arrepentirse y que se puede celebrar con ella  cualquier trato que empiece por lo primero que le importa, una paz por la que no pague un solo día de cárcel.

El primer delito que quieren justificar, para quitarle la antijuridicidad que llamara Mezger, es el secuestro. Pues basta cambiarle el nombre a la criatura y bautizarla “retención”. De malas. Porque Mezger enseñó que el tipo penal nace de la descripción de la conducta, sin que importe cómo se la llame. (Columna: Paliativos para un delito mayor)

La privación forzada de la libertad se llama secuestro, que se vuelve extorsivo si se saca o se pretende obtener provecho. Y si al Derecho Internacional vamos, la figura es una toma de rehenes, tipificada como delito de lesa humanidad en el artículo tercero común a todos los protocolos de Ginebra.

Ahora el esfuerzo va para el reclutamiento de menores. Otra vez Mezger, y el tipo penal está en nuestro código a la altura del artículo 162 y en el

Protocolo II de Ginebra se lee en el párrafo dos, apartado c. Más estricta la ley colombiana, lo prohíbe para menores de 18 años y la Internacional para los de 15.

Contra esas providencias se bate la “muy formada” gente de las Farc, justificando el hecho (Mezger, sin saberlo) porque en el campo colombiano los niños se desarrollan más rápido y ya a los doce años pueden ir a la  guerra y las niñas pueden convertirse en sus meretrices sin ofensa para nadie. Mala suerte. Ni regaladas por sus madres el hecho se exculpa tratándose de mujercitas menores de 14 años y un menor es un menor, por desarrollado que parezca. (Columna: Pa’ que se acabe la vaina)

Del espantable crimen del Club El Nogal, que causó más de 100 muertos y más de 200 heridos graves, basta decir que los de la cúpula llevan 10 años esperando informes, porque nada les consta. Mala defensa. En una organización criminal los jefes o máximos responsables  pagan por lo que sus subalternos hacen. Y algo como esa salvajada no lo iba a intentar un mando medio sin consultar con la tan formada gente que

Caballero y Albiñana tuvieron a la mano y de cuya ilustración y buen trato se hacen lenguas.

Del atentado en contra nuestra salieron con que no se metieron en “eso”, y quedaron perdonados por sus entrevistadores. Pero es que cuando “eso” es un acto terrorista contra persona protegida, que causa muertes y heridas a inocentes y produce terror en la población, se llama así, acto terrorista, y no tiene perdón en el orden jurídico internacional. (Lea: Quince de mayo: El terror)

Las Farc están proponiendo declarar tablas. Ellos no van a la cárcel y al Coronel Plazas lo liberan por razones políticas. Y al presidente Uribe y a sus imaginarios cómplices en la formación del paramilitarismo les perdonan treinta años de crímenes. Pues tampoco se podrá esa jugada de ajedrez. Para Mezger el que comete un delito, así como lo definió, la acción típica, antijurídica y culpable, lo paga como dispone la Ley. Y no como proponen periodistas tan acuciosos y tan poco formados en asuntos jurídico penales, que se van para La Habana sin hacerse acompañar de Mezger.