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Libertad para Gabriel y demás presos políticos

Por Daniel Tibaquirá Bermúdez - 15 de Junio 2018

Hace unos días, con júbilo recibí la siguiente noticia: Gabriel Valles, el joven activista venezolano fue liberado. Sorprendido procedí a verificar la información recibida y encontré múltiples videos compartidos a través de las redes sociales por ciudadanos del vecino país en donde se le veía a él abrazar fuertemente a su mamá tras pasar tres años y ocho meses en “La Tumba”, un centro penitenciario donde el sol no alcanza a iluminar y donde las temperaturas gélidas del concreto amilanan las esperanzas de quienes allí son recluidos, pero estas infames condiciones de reclusión, por fortuna, no lograron quebrantar a Gabriel.

Recuerdo muy bien los diferentes escenarios de opinión y acción política en los que participé con Gabriel, quien llegó a Colombia en compañía de su hermano no biológico –Lorent Saleh en el año 2014– con los propósitos de visibilizar ante el mundo las atrocidades cometidas por el régimen de Nicolás Maduro en contra de los ciudadanos en Venezuela y de advertir a los ciudadanos colombianos sobre los planes de expansión del proyecto socialista del siglo XXI en la región.   Este joven, ingeniero de sistemas, me contaba que inició su activismo político cuando en las protestas ciudadanas vio caer muertos a decenas de amigos de su infancia, adolescencia y primera etapa de adultez por las acciones violentas y persecutorias de Nicolás Maduro a su oposición, cuya estrategia no era otra que la de destruir física y moralmente a quienes elevaban su voz de inconformismo por la difícil situación política y social que su gobierno había generado a través de la formulación e implementación de políticas públicas que buscaban perpetuarlo en el ejercicio del poder.   El discurso persecutorio de Maduro, al igual que el de los regímenes socialistas de otras partes del mundo, se enmarca aún en la línea del odio y de la división, creando en Venezuela una polarización extrema que en los presentes días se evidencia en la reelección de Maduro como jefe de Estado en donde salió victorioso, obviamente, a pesar de la participación ciudadana en los comicios electorales. Este suceso electoral de corte circense evoca al dictador soviético Iósif Stalin, quien expreso: “no importa quién vota, sino quien cuenta los votos”.   Gabriel y Lorent fueron detenidos semanas después haber participado activamente en escenarios políticos y académicos en Colombia, y con base en un proceso administrativo a mi consideración  “exprés”, el gobierno colombiano resolvió deportarlos y entregarlos al régimen de Maduro.   Quienes compartimos estos escenarios de participación con Gabriel y Lorent podemos decir lo siguiente: en ningún momento estos jóvenes representaron un riesgo para la seguridad nacional de Colombia ni para el orden público, entre otros aspectos, pues estos jóvenes se veían en la obligación de recurrir a la solidaridad de amigos y conocidos para satisfacer sus necesidades básicas como el alimento y el alojamiento, luego la hipótesis de que representaran una amenaza en materia de seguridad carece absolutamente de fundamento.   Finalmente, quiero manifestar que escribo estas líneas con el sentimiento de felicidad por la liberación de Gabriel, la cual fue condicional, pero el solo hecho de que pueda abrazar a su madre y compartir con sus seres queridos después de tanto tiempo seguramente renovará su espíritu de trabajo en pro de la liberación de Venezuela del yugo opresor que aún mantiene a Lorent y a decenas de presos políticos cuyo único sueño ha sido defender la libertad de los ciudadanos.   @TibaquiraDaniel