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TLC, más amenazas que oportunidades

Por Carlos Germán Osorio Neira - 18 de Junio 2018

Colombia ha suscrito un número importante de TLC que hasta ahora constituyen más amenazas que oportunidades, porque no hemos enfrentado en serio el reto de mejorar nuestra competitividad.

Con el argumento de que abrir la economía mejora nuestra competitividad, hemos firmado entre otros, tratados con Mercosur, EE.UU., UE, Triángulo Norte (Honduras Guatemala y El Salvador), Chile, México, Canadá, Corea del Sur, Israel y Panamá. En los últimos días se ha rumorado insistentemente el interés del gobierno por firmar con Nueva Zelandia y Australia.   En el marco de estos TLC ya tenemos libre comercio con Chile desde el 2012 y con Mercosur lo tendremos este año. Con EE.UU. está prevista la desgravación total el 2022 para carne y el 2027 para lácteos. En el caso de la UE, habrá liberación total en el 2023 para carne y 2030 para lácteos.   Nos acostumbramos a que nuestros gobiernos justifiquen la suscripción de estos tratados con el argumento de que hay sectores que se beneficiarán y por eso se acepta sacrificar a otros. La ganadería, salvo en el caso de Corea del Sur, siempre ha estado entre los sacrificados.   A la fecha el balance es muy negativo; no sólo les ha ido mal a los que se anunciaban como sectores perdedores, también a los que se suponía que tenían grandes oportunidades.   En el caso del sector ganadero, a pesar de contar desde 2006 con el PEGA 2019 y el Plan de Desarrollo que lo actualizó, es muy poco lo que se ha logrado llevar a la práctica. El Gobierno se dedicó a financiar iniciativas desarticuladas, que no duran más de 8 meses, muchas veces con intereses políticos.   Otro aspecto que en nuestro sector ha impedido el desarrollo de las cadenas, es que no hemos logrado superar las diferencias entre la industria y los ganaderos, especialmente en la cadena láctea. Seguimos sin entender, que frente a la competencia externa todos estamos en el mismo barco; si no somos competitivos como cadena, nos hundimos todos.   En la cadena cárnica podemos asumir una posición ofensiva, exportando a los países mencionados, pero para ello hay que mejorar la competitividad de los eslabones siguientes al de producción primaria y, antes que nada, conseguir la admisibilidad sanitaria.   En el caso de la cadena láctea existen menos oportunidades afuera, pero de igual manera, para conservar el mercado interno tenemos que ser competitivos, entendiendo que hay ineficiencias a lo largo de toda la cadena, no sólo en el eslabón primario, como nos lo han querido vender.   Con los programas de investigación, innovación, transferencia y capacitación que desarrollamos a través del extinto Fondo Nacional del Ganado, logramos tener, entre otros, Fincas Sobresalientes, cuyos propietarios entendieron la importancia de empresarizarse y de ser productivos y rentables, sin sacrificar la sostenibilidad ambiental.   Los indicadores de productividad por hectárea y los costos de producción de estas fincas son similares y en ocasiones mejores a las de países líderes en producción de carne y leche, con base en pasturas. Esto demuestra que sí podemos competir.   Para que estas experiencias se multipliquen y podamos evitar la catástrofe social que puede generarse, cuando tengamos que enfrentar a las potencias mundiales sin ninguna herramienta, requerimos trabajar de manera articulada sector público y privado, poniéndonos metas de largo plazo, ejecutando sistemáticamente programas de desarrollo con visión de cluster regional y sobre todo, proponiéndonos conseguir impactos en campo, que serán los que verdaderamente transformen el sector.