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Una maquinaria de guerra contra Colombia

Por Eduardo Mackenzie - 14 de Octubre 2014

El ministro de Defensa no debía hablar pero lo hizo. Juan Carlos Pinzón se ganó una fuerte reprimenda tras haber revelado que el jefe de las Farc, alias Timochenko, había viajado hace poco a Cuba, desde una “nación vecina”.

El ministro de Defensa no debía hablar pero lo hizo. Juan Carlos Pinzón se ganó una fuerte reprimenda tras haber revelado que el jefe de las Farc, alias Timochenko, había viajado hace poco a Cuba, desde una “nación vecina”. El ministro agregó que ese individuo “ha estado en Cuba y se ha reunido con los voceros de esa guerrilla en repetidas ocasiones”. Al hacer esa declaración, el ministro estaba cumpliendo su deber de advertir a los colombianos  acerca de lo que está ocurriendo en la llamada “negociación” de La Habana. Sin embargo, la reprimenda fue tan fuerte y rápida que el mismo día tuvo que retroceder. Repuso horas después que la controversia desatada era “innecesaria” y que él no haría más comentarios.

Error. Esa revelación, confirmada por otras fuentes, fue muy necesaria y fue, además, un acto de lealtad con el país. Por eso los voceros de la antipatria lo increparon con rabia. No es sino ver lo que eructó la agitadora comunista Piedad Córdoba contra el ministro.  Y lo que lanzó contra él Roy Barreras, el congresista y teorizador más firme de la impunidad total para los jefes farianos.

Horas después, los medios informaban que, en efecto, Rodrigo Londoño Echeverri, alias Timochenko, estuvo en Cuba y que había ido varias veces allá. Lo más sorprendente es que fuentes oficiales confirmaron que el jefe terrorista había estado en ese lugar con el aval del Gobierno de Juan Manuel Santos pero que --eso es lo más curioso--, no se había reunido con los negociadores del Gobierno colombiano.

Eso quiere decir que en la capital de la isla-prisión hay reuniones ultra secretas, patrocinadas por Santos y las Farc, pero a espaldas de los negociadores que se suponen están allí para defender la democracia. Timochenko se entrevistó con agentes cubanos y con diplomáticos de Noruega, Venezuela y Chile, países “garantes”, pero le escurrió el bulto al equipo de Humberto de la Calle. A menos de que se haya reunido con alguien pero excluyendo a algunos miembros de ese mismo equipo. Todo el mundo espera que el general Mora hable al respecto.

Ello derrumba la creencia de los falsos ingenuos que creen que lo de la Habana no es opaco y de quienes salieron a predicar, sin que les conste nada, que es “positivo para el proceso de paz que Timochenko vaya a Cuba para agilizar acuerdos”.

¿Agilizar acuerdos? Ante las informaciones de la prensa es legítimo pensar lo contrario: el jefe de las Farc no está agilizando  acuerdos. Estos no existen, o si existen, como los dados a la prensa por Santos en 64 folios, son un triunfo en regla de las Farc. ¿Acuerdos? La palabra es inadecuada. Hablemos más bien de capitulaciones. Timochenko está organizando desde Cuba, pues Bogotá se lo permite, nuevos ataques contra Colombia para mejorar las posibilidades de obtener un triunfo rotundo y definitivo en la mesa de conversaciones de La Habana.

Timochenko está yendo a Cuba para discutir con jefes del ELN, como asegura el exguerrillero León Valencia, lo que quiere decir que Rodrigo Londoño, ante todo, está trazando planes conjuntos con ellos para lanzar nuevas ofensivas cuyo objetivo es aterrorizar al país y sus fuerzas de defensa para quebrar la voluntad de resistencia de todos contra la perspectiva de un cese al fuego bilateral, es decir de una orden que equivale a paralizar a nivel nacional la actividad de la fuerza pública, y para precipitar una perspectiva a corto plazo de un Gobierno “de transición” con jefes de las Farc.

Es de anotar que León Valencia concluyó que los viajes secretos de Timochenko a Cuba son para velar “por la vida de las Farc”. ¿Y quien está velando por la vida del país? ¿Santos y Sergio Jaramillo?

Este episodio de la presencia clandestina de Timochenko en Cuba, mientras en Colombia los activistas farianos agilizan la campaña a favor de que Santos ordene un cese al fuego bilateral, muestra que esas negociaciones son, en realidad, una verdadera arma de guerra contra Colombia, una arma despiadada pero disfrazada de negociación de paz. Es una acerada maquinaria de guerra, de guerra militar y propagandística, para abusar del anhelo de paz que mueve a las grandes mayorías colombianas.

Con el pretexto de esas negociaciones, la dirección de las Farc puede enviar sus jefes y cuadros a Cuba y probablemente a otros países, para discutir confortablemente su estrategia y tomar decisiones de todo tipo con sus aliados. Es una ventaja enorme la que han conquistado por esa vía, que deja en desigualdad de condiciones a la sociedad, al Estado y al Ejército colombiano. Este último, al mismo tiempo que es urgido, por Santos, a “acelerar” el combate contra las Farc, ve que ese mismo gobierno le permite al jefe de las Farc ir a Cuba a entrevistarse con quien quiere. Esos mensajes contradictorios, perversos, esquizofrénicos,  no pueden tener sino un resultado: sembrar la confusión en las instancias de dirección de la fuerza pública y desmoralizar a los combatientes y a la sociedad en general.

El país acaba de constatar que los negociadores de Humberto de la Calle son simples auxiliares, no verdaderos plenipotenciarios, que siguen un guión que entre Santos y las Farc han trazado, y que el país no puede contar con ellos para sacar adelante en esas negociaciones interminables y oscuras los intereses de las mayorías. Están para confortar un esquema cuyos perfiles exactos y últimos el país sigue sin conocer.