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Lecciones que deja la pandemia en la producción alimentaria mundial

Por - 01 de Julio 2020

La COVID-19 debe servir para promover dietas más sanas, motivar a los agricultores a producir una gama más variada de alimentos y fortalecer la colaboración entre los sectores agrícola, alimentario y de salud pública.


La COVID-19 debe servir para promover dietas más sanas, motivar a los agricultores a producir una gama más variada de alimentos y fortalecer la colaboración entre los sectores agrícola, alimentario y de salud pública.

Así lo plantearon el exministro Mauricio Cárdenas y el director del Ciat, Juan Lucas Restrepo, al señalar que la investigación agrícola puede desempeñar un papel crucial en la transformación de los sistemas alimentarios, haciéndolos más sostenibles y resilientes.

Según un artículo publicado por los dos profesionales “es evidente lo necesario del cambio. Para comenzar, las dietas poco sanas son uno de los principales factores de riesgo de fallecimiento por el COVID-19. El virus SARS-CoV-2 afecta desproporcionadamente a personas con sobrepeso, diabetes o con cardiopatías, todas ellas afecciones vinculadas a dietas de baja calidad”. (Lea: Colombia avanza ocho puestos en el Índice Global de Seguridad Alimentaria)

Sostienen que la cuarentena impuesta en los diferentes países ha reducido de manera importante los ingresos de las personas y, en consecuencia, la demanda global de alimentos. “El declive resultante de los precios de los alimentos entre enero y mayo de 2020 ha afectado profundamente el sustento de cientos de miles de pequeños agricultores en todo el planeta”.

Muchos agricultores sienten una incertidumbre cada vez mayor sobre cuándo iniciar un nuevo ciclo de cultivos, aunque algunos productores altamente competitivos han prosperado: por ejemplo, las exportaciones brasileñas de soja a China alcanzaron un máximo histórico en los primeros cinco meses de 2020.

Sin embargo, considerando la fragilidad del sistema alimentario, cualquier contracción adicional de la oferta o restricción de las exportaciones podría revertir rápidamente las tendencias recientes de los precios, que podrían elevarse significativamente y socavar todavía más la seguridad alimentaria global. (Lea: La seguridad alimentaria requiere condiciones predecibles del comercio agrícola)

En el corto plazo los gobiernos no solo deben proporcionar apoyo financiero a personas y empresas afectadas por la pandemia, sino también tomar medidas para prevenir una crisis alimentaria. En vez de interrumpir el comercio, las autoridades deberían facilitarlo, mejorando la coordinación y el intercambio de información entre productores y compradores de alimentos, especialmente en el nivel local.

Una gran prioridad es la identificación de cultivos nutritivos que se puedan reintroducir en las dietas. Por ejemplo, la quínoa, el fonio (un cereal altamente nutritivo para el que existe una creciente demanda) y la nuez africana bambara contienen proteínas de mejor calidad que la mayoría de los principales cereales y pueden crecen en ambientes difíciles. Si se estudian con mayor profundidad podría llegarse a mejores cosechas y menores precios, permitiendo que se vuelvan más disponibles. (Lea: Sistemas agroecológicos brindan seguridad alimentaria)

Así mismo, señalan, los investigadores pueden hacer uso de métodos tradicionales de cultivo de plantas para biofortificar las cosechas que en la actualidad predominan en las dietas actuales, en particular en las poblaciones más pobres. La biofortificación es el resultado del desarrollo de variedades ricas en nutrientes mediante el cruce selectivo de una variedad con alto contenido de nutrientes con variedades que tienen un gran rendimiento. Para ello, se aprovechan los rasgos genéticos de variedades de la planta que se preservan en bancos genéticos o todavía existen en los paisajes de sus lugares de origen. 

“Necesitamos estudios adicionales sobre productos alimenticios que puedan sostener una dieta más diversa y sana, y los países emergentes podrían producir muchos de ellos. Además, las autoridades deben fomentar sistemas de producción regenerativos que promuevan la biodiversidad y mejoren la calidad hídrica y del suelo, lo cual podría contribuir de manera importante a la adaptación al cambio climático”, concluyen.