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Por qué te conviene tomar leche entera en vez de desnatada

12 de Agosto 2019

Evitar la grasa de los lácteos aumenta el riesgo de diabetes y de obesidad, según indican nuevos estudios.

Los expertos en nutrición llevan décadas diciéndonos que es mejor para la salud tomar lácteos desnatados o, como mucho, semidesnatados. Ahora, ese consejo está quedando obsoleto. Nuevos estudios han visto que, en contra de lo que se pensaba, la gente que consume lácteos enteros pesa menos y tiene menos riesgo de diabetes tipo 2 que la gente que los elige desnatados. Uno de ellos -¡publicado nada menos que en la revista de cardiología ‘Circulation’!—ha comprobado que las personas con niveles más altos de tres subproductos de lácteos enteros (es decir, con toda la nata) tenían casi la mitad de riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 que los que daban los niveles más bajos.

A la vez, el famosísimo ‘Estudio de la Salud de las Mujeres‘ de Harvard (que incluye a más de 18.000 mujeres) ha visto que las que más lácteos enteros consumen tienen menos riesgo de obesidad o exceso de peso (un 8 por ciento menos como media). “Los nuevos hallazgos están pidiendo un cambio en la política de recomendar solo lácteos bajos en grasa”, reconoce el Dr. Dariush Mozaffarian, que ha dirigido el estudio de ‘Circulation’. 

¿Cómo puede ser que los lácteos con toda su grasa –y, por tanto, con más calorías—ayuden a reducir riesgo de diabetes tipo 2 y de obesidad?, es la pregunta que te viene enseguida a la cabeza.

Una respuesta es que, cuando la gente reduce mucho las grasas, tiende a sustituirlas por azúcares e hidratos de carbono refinados, algo que los expertos no habían previsto.

El problema con los azúcares e hidratos refinados es que el organismo los convierte primero en azúcar y luego en grasa, sobre todo en grasa visceral o abdominal, la más peligrosa de todas. Dicho de otra forma: si tomas leche desnatada en vez de entera tienes más probabilidades de “compensar” esas calorías con las de un bollo, unas galletas o una bolsa de ganchitos, todos los cuales tienen un mayor efecto en los niveles de insulina, el peso y el riesgo de diabetes tipo 2.

Otra teoría que está calando es que las grasas de los lácteos podrían mejorar la capacidad del organismo para metabolizar el azúcar y los hidratos de carbono. Incluso se piensa que los microbios beneficiosos presentes en los lácteos fermentados, como los del queso o el yogur, podrían mejorar la respuesta a la insulina y, como consecuencia, reducir el riesgo de diabetes y obesidad.

“Está claro que hay que dejar de hacer recomendaciones sobre nutrientes aislados y hablar de dieta en su conjunto”, reconoce Mozaffarian. “Por supuesto, no estamos diciendo a la gente que se lance a consumir lácteos enteros. Sin embargo, aunque hacen falta más estudios, las actuales recomendaciones deben ser revisadas”, concluye.

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