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Sostenibilidad, ganadería y carne: pongamos los datos sobre la mesa

19 de Octubre 2020

Todos estamos preocupados por el cambio climático. Reducir los gases de efecto invernadero es imprescindible para el futuro de nuestro planeta. Es una verdad incontestable que toda actividad humana tiene un impacto en el medio ambiente y, en la mayoría de los casos, ese impacto no es positivo. De ahí la necesidad de trabajar en todos los ámbitos para garantizar la sostenibilidad de esta Tierra, la única que tenemos.

Por supuesto que la ganadería tiene su impacto sobre el cambio climático y su huella de carbono, pero culparla casi en exclusiva del calentamiento global como estamos ya un poco cansados de oír en los últimos tiempos, y decir que para salvar el planeta hay que reducir drásticamente el consumo de carne, no solo es injusto sino que es radicalmente falso.

Parece que los grandes contaminadores están consiguiendo pasar totalmente desapercibidos (si les interesa, miren ustedes en Google la lista de los 10 mayores contribuyentes al calentamiento global en nuestro país, y díganme si encuentran algo relacionado con la ganadería, la carne o algo parecido…, o fíjense sin ir más lejos en quién firma como “Patrocinador Oficial” de la COP25), mientras que los focos apuntan de forma persistente y machacona al sector ganadero.

Lo cierto es que hay una guerra desatada para intentar cambiar el modelo alimentario global, imponiendo una alimentación basada en plantas y sustituyendo la imprescindible proteína animal por la menos eficiente vegetal; y no me refiero a posturas o decisiones personales, sino, por ejemplo, a poderosos intereses económico-financieros, inversores de relumbrón que financian los estudios que dicen que hay que cambiar ese modelo alimentario y que a la vez son propietarios de empresas que cotizan en el Nasdaq y que se ofrecen “desinteresadamente” a alimentarnos según ese modelo “basado en plantas”, que cuidará de la salud de las personas… y la del planeta.

Por ello, para dejar las cosas en su sitio, vamos con cuatro datos básicos que me gustaría poner sobre la mesa, para ver de forma clara cómo se distribuye en España la “responsabilidad de impacto ambiental”, sin trucos ni intereses. Para esto, nada más esclarecedor que acudir al dato oficial e incontestable, el “Inventario Nacional de gases de efecto invernadero” del Ministerio de Transición Ecológica, que muestra que en 2018:

  • El transporte representó el 27 % de las emisiones de gases de efecto invernadero.
  • La industria, el 19 %.
  • La generación de electricidad, el 17 %.
  • El consumo de combustibles, el 9 %.
  • Los procesos industriales y uso de productos, el 8 %.
  • La gestión de los residuos, un 4 %.

Y entonces, esa ganadería contaminante y culpable, ¿dónde queda?

Lo cierto y verdad es que la ganadería de carne solo representa el 7 % de esas emisiones, lo cual dista mucho de ser el primer candidato a sentarse en el “banquillo de los acusados medioambientales”, aunque por supuesto tenga que trabajar –y lo hace, vaya que si lo hace– de forma intensa para reducir sus emisiones y minimizar todo su impacto sobre la sostenibilidad del planeta. De esa ganadería, el vacuno de carne aporta solo el 3,5% del total de los gases, el porcino el 1,9%, el ovino-caprino el 1,1% y la cunicultura y la avicultura un casi inexistente 0,02% y 0,05%.

Está claro, pues, quiénes sí son los principales emisores de gases en nuestro país: el transporte, la energía y la industria.

Pero es que además, el sector permite mantener importantes ecosistemas que no serían viables sin su utilización ganadera, como las dehesas en el caso del cerdo ibérico o el pastoreo tradicional del ovino y caprino y el de las vacas nodrizas en dehesas y zonas de montaña.

Muchas de estas superficies no pueden ser utilizadas para la producción agrícola y el aprovechamiento ganadero de los pastos los convierte en sumideros de carbono, contribuye a la fertilización del terreno y la retención del agua de lluvia, reduciendo la erosión y la desertificación. El pastoreo también es fundamental para la limpieza del monte y la prevención de los incendios forestales.

Gracias al compromiso del sector ganadero-cárnico con el medio ambiente, se está favoreciendo la sostenibilidad en nuestros territorios, ayudando además a consolidar el tejido socioeconómico de estas zonas.

Se están desarrollando sistemas de producción y nuevas técnicas con un menor impacto ambiental, para reducir progresivamente las emisiones, y hay muchos ejemplos de este compromiso.

  • Trabajos para reducir un 15 % la huella de carbono en el sector vacuno.
  • Reducción de un 47 % de las emisiones de amoniaco y un 54 % las de metano en el sector porcino.
  • Ahorro de hasta un 30 % en el uso de agua por cada kilo de carne producido.
  • Fomento de la producción sostenible de carne de conejo y cordero.
  • Gestión eficiente de estiércoles y purines como subproducto con una importante utilidad agronómica como fertilizante, en un ejemplo de economía circular.
  • Investigación en alimentos para el ganado más eficientes y con menor huella medioambiental
  • Evitar la emisión de 48.810 toneladas de CO2 por parte de la industria cárnica en 2018, gracias al reciclado de sus envases.

Esta es la verdad de los datos. Ahora vas y se lo cuentas a Greta, por favor, y a todos los que quieren cargarse un sector del que viven más de dos millones de personas en España y unos 1.000 millones en todo el mundo.

Ah, por cierto, se me olvidaba: el desperdicio alimentario supone alrededor de un 10 % de las emisiones de GEI, tal y como indican las organizaciones internacionales, y según el “Panel de Cuantificación del Desperdicio Alimentario en los Hogares Españoles” del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, solo un 6,5 % de carnes y elaborados se desperdician, frente a, por ejemplo, un 46,3 % de frutas, verduras y hortalizas.

Texto original en el siguiente enlace.