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Desmontando mitos

Por Oscar Cubillos Pedraza - 06 de Febrero 2019

A nivel mundial se han creado muchos mitos alrededor de la ganadería, especialmente en lo que tienen que ver con medio ambiente. Por supuesto, solo basta repetir la misma mentira mil veces para que se convierta en verdad, lo que termina confundiendo y generando daños reputacionales.

Alguna de esas afirmaciones extremas sostiene que para salvar al planeta del cambio climático prácticamente se debería extinguir a los bovinos, entre otros seres vivos, situación que ya denota un radicalismo salido de lógica.   Vale la pena tener en cuenta que si bien la ganadería es generadora de GEI (Gases Efecto Invernadero), también es la que más captura las mismas emisiones, llegando a un saldo positivo, especialmente en modalidades como las nuestras que se basan en pastos, sistemas silvopastoriles o agroforestales, y que no solo contribuyen al medio ambiente sino que también aportan al paisaje.   Situación bien diferente es por ejemplo la de la industria automotriz que también emite GEI, pero que no captura, por lo que sus esfuerzos se concentran en producir automotores que requieran energías más limpias.   Ahora bien, en términos relativos, el mundo ha dejado de tener bovinos respecto a su número de habitantes. Desde hace cuatro décadas la población humana ha crecido con mayor dinamismo que el inventario ganadero mundial. Mientras que en 1980 el mundo tenía 1.217 millones de bovinos, en el año 2017 la cifra fue de 1.491 millones de cabezas, un crecimiento de 23 %. En el caso de la población humana el salto fue de 69% en el mismo lapso, al pasar de 4.449 millones de habitantes a 7.551 millones.   Vale la pena preguntarse si los que contaminan con mayor intensidad son los bovinos, como para escribir una nueva versión del best seller “la culpa es de la vaca” o reflexionar en que el principal actor contaminante es el ser humano, alejando la discusión exclusivamente de la emisión de GEI.   Es preciso tener en cuenta que consumir carne, y especialmente de bovino, denota casi una obligatoriedad pues es fundamental para el adecuado desarrollo corporal que otras carnes tampoco pueden sustituir.   La discusión no puede limitarse a que no existan más bovinos como se escucha en algunos escenarios, haciéndonos pensar que solo deberíamos alimentarnos de vegetales, excluyendo cualquier tipo de proteína animal.   Al respecto, no sobra preguntarse sobre los impactos ambientales que tiene el uso de fertilizantes y plaguicidas en la producción vegetal, más si se tiene en cuenta que solo el 20% de la producción de alimentos con origen agrícola tiene un origen orgánico, el 80 % restante tiene alguna relación con la revolución verde.   El sector ganadero colombiano desde hace unos años tiene su foco de producción en sistemas silvopastoriles que hacen más eficiente el uso del suelo y de otras materias primas, logrando obtener animales más pesados en menor tiempo y con menor impacto ambiental.   Es claro que la carne no podrá desaparecer de nuestras dietas, bien por gusto o por salud, pero lo que sí es posible es mejorar aún más en la eficiencia productiva del sector, a sabiendas que no es un monstruo contaminante como nos han hecho creer.