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Despedida de un soldado de honor luego de cuatro décadas de servicio a la patria

Por - 11 de Septiembre 2019

Hoy he sido notificado formalmente del Decreto Presidencial que dispone mi retiro con pase a la reserva como Oficial del Glorioso Ejercito Nacional.

Queridos Compatriotas,

Amigos, superiores, compañeros, valientes soldados de todos los grados que acudieron conmigo al combate, mis hombres muertos y heridos, gentes de bien, familia:

Mil veces imaginé que ese momento fuera de otra manera, aunque mi padre me hizo asimilar muy pronto, que debería “siempre soñar con lo mejor, pero estar preparado para lo peor”.

Digo adiós a los cuarteles y al ejercicio activo de soldado, una profesión hermosa que acogí con pasión desde los catorce años, cuando ingresé a la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdoba.

Prometo solemnemente, que mantendré firme hasta la muerte esta vocación, nacida y desarrollada en el ideal patria, que me condujo por combates y batallas, éxitos y amarguras, heridas y cicatrices, honores y prisiones; pero sobre todo conservaré intacta la voluntad inquebrantable para mirar y combatir de frente al verdugo, al traidor, al corrupto, al cobarde que muy escondido o disimulado entre la burocracia, tiene responsabilidad en la tragedia de Colombia.

La vida militar es algo único y sin comparación, que solo entendemos los verdaderos soldados. Son múltiples las experiencias y fuertes los desafíos que desde jóvenes imberbes enfrentamos y resolvemos, siempre con la absoluta certeza de superar lo más difícil; pero colmando nuestros corazones del más puro amor patrio, dispuestos a caer y levantarnos a cada golpe o si es del caso quedar sobre el escudo en el campo de batalla.

Defendí a Colombia, jamás retrocedí en el cumplimiento de la misión por difícil y sangrienta que fuera, incluso, mil veces con el riesgo y sacrificio de mi propia vida y las de mis hombres a quienes hoy rindo tributo póstumo. Ese, es el deber fundamental del soldado. Indiscutible, innegociable, sagrado. Hoy en mi país incomprendido, ignorado y mancillado por muchos.

Después de caminar todo este arduo sendero de más de cuatro décadas, incluyendo diez años de prisión injusta, me queda la angustia de haber sido, si es que lo fui, un ejemplo para los soldados de mi patria en los momentos más complicados de la batalla. La tristeza de que no les pude avisar a todos cual era el enemigo más mortífero para la sufrida Colombia, y que este, no se encuentra precisamente en las selvas porque ya ocupa muchas posiciones estratégicas en los poderes Legislativo, Ejecutivo y el Judicial de Colombia.

El más grande mérito de un Soldado es alcanzar la victoria en las batallas para salud de su patria, llegar a la cima del objetivo sin ambicionar nada, y teniéndolo todo en la cumbre, no tener nada. Sirviendo con honor a una Nación mil veces ingrata, haber sido todo en el combate y ahora, después de todo, solo, sin ser nada, tratar de nunca dejar huérfano el ejemplo.

“La grandeza de haber sido y seguir siendo, a pesar de ya no ser nada”. Ya solo soy el resumen de mis batallas.

Se me enseñó como comandante en los códigos de honor, que fuera adelante en la batalla sin rehusar el primer lugar para el combate. No bastaba que fuera con las tropas, si no iba delante. Era más importante en aquellos tiempos, que los soldados vieran pelear a su líder para imitarlo en el combate, que quedarse atrás para ver pelear a los subalternos. Lo más eficaz del líder militar, me enseñaron, es mandar con el ejemplo, más que con la orden… “lo que se ve se imita” y así lo hice hasta hoy.

Me ha quedado claro en mi vital recorrido que solo aquellos que arriesgan su vida por ideales nobles, que dejan sus mejores años en los campos de batalla defendiendo a la sociedad, pueden con humildad deglutir el rencor de las afrentas, las traiciones y las cadenas, para entender que lo más valioso que un hombre posee es su honor y sus principios.

Debo reconocer con humildad, que todavía me estoy preparando, que tengo aún mucho que aprender y más trabajo por hacer, en tanto que mi única opción es seguir luchando.

Dios me dio la oportunidad inmensa de comandar tropas en batalla y lo hice siempre con honor, no me pesa en los años vividos la vergüenza de un pasado cobarde o miserable y puedo decir que he consagrado toda mi vida y todas mis fuerzas a lo más hermoso en el mundo, defender a mi patria.

Aprendí a valorar esos intangibles inmensos de la vida; como el significado desgarrador de un adiós, la esperanza de un fuerte abrazo, los sufrimientos de una familia lejana, las oraciones angustiadas de una madre, el aroma de una carta escrita con amor y lágrimas, una foto ajada, el rictus de dolor de mis heridos o el ultimo quejido de un valiente al morir, el calor del combate, el retumbar de las explosiones y el frio de la muerte. Gran patrimonio de guerrero.

La consigna de mi vida era superar los fracasos con nuevos desafíos, para enterrar las derrotas sembrando fuerza, voluntad y esperanza, imaginando que un día esos nuevos soldados escucharan nuestra historia para comenzar a forjar las suyas.

El transito esperado, es que un viejo soldado envaine su espada para pasar a un merecido y pausado retiro. Me duele profundamente dejar a mi país en la violenta convulsión que atraviesa, por ello sin duda, esta despedida es un juramento renovado, porque seguiré hasta el último aliento batallando por Colombia, hasta que no me quede una gota de sangre.

Como soldado y como persona, testimonio mi profunda gratitud hacia Dios, hacia mi patria, hacia quienes serví con honor y lealtad y hacia quienes sirvieron a mis órdenes.

Duele esta despedida. No por lo personal sino por las circunstancias inexplicadas y extrañas que la enmarcan. El dolor se agudiza con la sensación amarga de que la sangre de tantos patriotas se derramó en vano porque la política es dinámica y solo somos cifras para una gran jugada.

Las dificultades políticas, sociales, jurídicas y económicas han afectado arbitrariamente nuestro compromiso y actitud militar con la República, con la misión y con la tranquilidad de la sociedad. Los soldados siguen sosteniendo su juramento inquebrantable, pero se sienten sin apoyo para ir a las batallas. Pido a Dios que pronto sea exigido ese respaldo por todos los colombianos, para que las tropas vayan a las batallas contra la amenaza, con todos los medios y la seguridad que no serán pasados prisioneros por cumplir la misión constitucional.

Hoy, Colombia debe sobreponerse al vértigo de una prolongada y atemorizante zozobra. Se exige con prioridad un necesario y fuerte cambio de actitud en lo político y de conducta en las responsabilidades del Estado.

Me harán falta los toques de corneta, las situaciones de combate y ver ondeando triunfante mi bandera. Me niego a arrodillarme.

Patria Honor Lealtad

Patria: jamás te fallé en el campo de batalla ni en el campo del honor.

Dios Salve a Colombia

Coronel Hernán Mejía Gutiérrez

Soldado de Honor de Colombia