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Pobreza, salir y volver

Por Oscar Cubillos Pedraza - 28 de Mayo 2020

Una de las consecuencias de la situación sanitaria actual será que, al finalizar la crisis, el mundo tendrá al menos otros 130 millones de personas que habrán retornado a niveles de pobreza. Algo salió mal cuando diferentes países diseñaron las políticas públicas de lucha contra el hambre y la desigualdad, ¿Qué ocurrió?

Efectivamente, los mejores pronósticos indican que la crisis por el coronavirus implicará una reducción de 3,2 % del PIB mundial para 2020. Solo hasta 2021 se espera un crecimiento mundial que tampoco es el más halagador. Esto quiere decir que el mundo retrocederá cuatro años de crecimiento en su economía global.

Y es que gran parte de las políticas mundiales para disminuir las cifras de pobreza se concentraron en que el indicador monetario mejorara, utilizando instrumentos de incentivo o subsidios directos para las familias sin que su condición como tal cambiara.

Ahora, en tiempos de crisis en donde el dinero se hace escaso y los gobiernos tienen dificultades fiscales para seguir financiando programas sociales, a pesar de ser hoy aún más relevantes, la posibilidad de que muchas familias vuelvan a situación de pobreza es creciente.

Para lograr una lucha efectiva contra la pobreza lo más eficiente pudo ser que se invirtieran recursos en la formación de capacidades y aprovechamiento de talentos de las personas que se encontraban en tal situación. Esto con el fin de generarles condiciones propias para salir definitivamente de ella, y no depender de si el ingreso monetario que pudo o no dar un gobierno, lo catalogaba como pobre o no.

En el caso de las poblaciones rurales, más vulnerables en el mundo, ante la desconexión que tienen con la oferta de bienes públicos como educación o salud, resultaría más importante e incluyente invertir en su formación humana, instrumento útil para formar una sociedad que se autosostenga, hablando de lo monetario.

La extensión agropecuaria tiene precisamente ese fin. No el de dar el pescado, sino el de enseñar a pescar, para decirlo de un modo más religioso. Por su puesto que el servicio de extensión tiene un costo, pero que al evaluar alternativas frente a lo que es entregar subsidios directos, termina siendo menos costoso en un horizonte de mediano plazo, y además encuentra retribuciones del fortalecimiento del tejido social y el capital humano.

Los países que adoptaron políticas de formación dos o tres décadas atrás, hoy ad portas de la mayor depresión económica de la historia, son los que tienen menos necesidades fiscales para financiar poblaciones vulnerables, pues sus programas permitieron a las personas en situación de pobreza insertarse en el mercado al tener capacidades formadas que la sociedad demandaba.

En el caso de Colombia, lamentablemente veremos a muchas personas volver a la zona de vulnerabilidad, tal cual como lo indica la Universidad de los Andes en donde estima que la pobreza podría subir al menos 15 puntos, con un retroceso de 20 años en materia de desarrollo económico y social. Esta crisis podría llevar a la pobreza a casi 7,3 millones de personas.