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¿V, U, W o L?

Por - 03 de Abril 2020

Inyectar liquidez, bajar tasas o utilizar el gasto público de forma anticíclica, tendrán que demostrar que son eficaces en las actuales circunstancias.

Especular sobre la magnitud de los efectos económicos de la pandemia no es prudente. Hacer proyecciones o estimativos tampoco resulta consistente pues no tenemos puntos de comparación válidos.

Pero sabemos que el impacto será importante así se logre frenar la expansión del contagio. Crisis, recesión o incluso depresión son palabras que se escuchan cada vez con mayor frecuencia. La pregunta fundamental es determinar el modelo de recuperación que estaríamos experimentando.

El escenario optimista es un fenómeno en forma de V. Una caída importante del ritmo de actividad seguido de una robusta recuperación una vez que la crisis haya sido estabilizada.

Podría suceder si se conjura la dimensión de pánico relacionada con el exceso de información contradictoria y la desinformación que abunda en las redes sociales. Si las medidas de aislamiento resultan eficaces, el daño económico podría ser limitado a dos trimestres.

Menos favorable podría ser un escenario en U. El descenso en actividad vendría acompañado de varios trimestres de muy pobre crecimiento y luego de un repunte. Cuánto pueda durar la parte baja es la gran incógnita. Hay precedentes de este comportamiento en la crisis mundial de 1982 y la de 1999 pero los fenómenos no son similares.

Un escenario intermedio sería el de la caída de la producción seguida de un repunte moderado y luego de una nueva caída mientras se recupera un nuevo equilibrio. Este comportamiento en forma de W también tiene varios antecedentes, el más importante, la tortuosa recuperación que sucedió a la Gran Depresión del siglo pasado y que desembocó en la Segunda Guerra mundial.

Finalmente, la posibilidad de tener un retroceso económico seguido de una lenta y larga recuperación como una letra L. Este escenario sería el más probable si el daño a la capacidad productiva empresarial es muy severo luego de la parálisis generada por el aislamiento.

El problema es que las teorías de crisis que ha desarrollado la ciencia económica no aplican a la circunstancia actual. Las turbulencias que se han estudiado con detalle, como la Crisis de los años Treinta, el boom de los puntocom a finales del siglo pasado o la crisis financiera de 2008, son de origen especulativo con períodos de expansión previos, alza desmedida de los precios de los activos que llegan a un nivel máximo hasta que se revienta la burbuja. El derrumbe y la destrucción de valor que se produce se trasladan al sector real con un aumento del desempleo.

Esta coyuntura es de un origen diferente. A pesar del buen momento que registraban las bolsas antes del virus, el detonador del derrumbe bursátil fue originado por el creciente temor a medida que se registraban los casos de contagio y muerte.

Esta crisis ha desafiado la manera como analizamos la vulnerabilidad de las economías. Las herramientas tradicionales de inyectar liquidez, bajar las tasas de interés o utilizar el gasto público de forma anticíclica, tendrán que demostrar que son eficaces en las actuales circunstancias en que los mercados buscan desesperadamente precios de soporte.

Nada volverá a ser normal porque esta crisis es atípica.

Miguel Gómez Martínez

Presidente de Fasecolda

[email protected]

Portafolio, marzo 24 de 2020