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columna

De la aftosa y otros demonios

por: - 31 de Diciembre 1969

La semana anterior volvimos a escuchar sobre el tema de aftosa, y no en términos de control o erradicación; desafortunadamente en términos de circulación del virus en territorio colombiano. Si bien, el estatus sanitario no se suspendió, el solo hecho de que la enfermedad esté presente en el país, así sea por animales contagiados en Venezuela, coloca nerviosos a los mercados, los cuales prefieren prevenir que lamentar y terminan cerrando, al menos temporalmente.

El tema fronterizo es de los que más dolores de cabeza está generando, y no solo a la ganadería. Por ejemplo, se han incrementado los casos de sarampión importado desde Venezuela, así como los de gripe AH1N1, y más recientemente de difteria.   Si en el vecino país el tema de salud humana es de ningún interés, mucho menos lo es el de salud animal, por lo que resulta casi lógico pensar que nuevos casos de animales aftosos se presentarán intentando ingresar a territorio colombiano, y de nuevo riesgo sobre el estatus, ya maltrecho.   Respecto a Venezuela, el negocio de contrabando de animales y de carne es demasiado atractivo pues aprovechando los diferenciales cambiarios y los niveles de precios en los dos países, se pueden registrar márgenes de ganancia superiores al siete mil por ciento. Sin embargo, las problemáticas no solo corresponden a la frontera con Venezuela. El descuido en seguridad y defensa es evidente en todas las fronteras del país.   Pero volviendo al tema ganadero, las dificultades no solo corresponden al tema aftoso, en el que hay evidentes retrocesos. La pérdida del estatus, o la simple sospecha de que pueda ser así, afecta el mayor activo que puede tener el sector: la confianza sanitaria, desde junio de 2017 ya debilitada. A propósito ¿en qué andará la Cuenta Nacional de la Carne y la Leche?   Pero además las dificultades son de logística e infraestructura. Por ejemplo, la semana pasada la empresa Minerva Foods anunció el cierre temporal de su planta en Colombia, dedicada a la producción de carne.   No sé si sea cierto dicho cierre (diría más no, que sí), pero lo que es muy real es que diferentes razones que expresan en su comunicado, como la problemática en la prestación del servicio de energía eléctrica, las deficiencias en el suministro de agua potable, o el pésimo estado de las vías terciarias del país; son algunos de los demonios con los que cualquier productor del campo debe convivir diariamente.   De nada sirve que nuestros ganaderos produzcan de los novillos gordos más competitivos del mundo, alrededor de US$1,6 kilo en pie, si se va a perder valor en los eslabones de transformación, transporte o logística. Resultado: reducción en la competitividad internacional en las exportaciones de carne. De hecho, es por eso que en nuestro portafolio exportador, históricamente, han pesado tanto los animales en pie.   El potencial del sector cárnico es inmenso, de allí que se hubiera priorizado dentro de los Proyectos de Interés Nacional y Estratégico (PINES) del Gobierno Nacional, con una meta de exportación para 2018 de US$444 millones. Sin embargo, la cifra está lejos de cumplirse. No se ha hecho a cabalidad la tarea sanitaria, logística, o de agenda interna de la que se hablaba ya hace más de una década.   No podemos quedar en manos de los demonios, sin embargo mi preocupación es que en los últimos años se han dejado crecer. Para lo agropecuario y rural necesitamos urgentemente un buen ejecutador de políticas públicas, por no decir un exorcista.