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Marcha histórica y mensaje claro

Por Carlos Holmes Trujillo - 06 de Abril 2017

Pretender desconceptuar semejante realidad social con el argumento falaz de que no se debe invocar el pesimismo.

Pretender desconceptuar semejante realidad social con el argumento falaz de que no se debe invocar el pesimismo.   Miles de colombianos salieron a las calles de distintas ciudades del país, el primero de abril, a fin de expresar, de forma pacífica y democrática, la razón del descontento de cada quien con el Presidente de la República. El grito de ‘fuera Santos’, que se escuchó a lo largo y ancho del territorio nacional, debe ser entendido como una expresión de malestar colectivo por la situación actual de la nación.Los motivos del descontento son muy variados, desde luego, pero auténticos y genuinos.   Pretender, por lo tanto, desconceptuar semejante realidad social con el argumento falaz de que no se debe invocar el pesimismo, so pena de caer en un abismo más profundo, raya en la ceguera. Quienes caminaron no lo hicieron movidos por la desesperanza, si no esperanzados en que la utilización de los mecanismos institucionales permitirá cambiar el rumbo de la nación.   Entre las muchas lecciones que deja ese día, debe subrayarse la expresión civilista de fe en la democracia. Además, todo transcurrió en paz y se vivió un ambiente alegre, lo cual obliga a tener presente el significado de las movilizaciones populares a lo largo de la historia, para no caer en el error de creer, como ya quieren hacerlo ciertos personajes, que se puede desconocer su significado con mensajitos mentirosos e irresponsables.   Que recuerden el legado de las llamadas ‘sufragistas’ al rodear la Casa Blanca, con el fin de reclamar el voto femenino, a principios del siglo XX. Y la marcha sobre Washington, liderada por Martin Luther King, y la marcha de la sal en India, con Gandhi a la cabeza, y a los egipcios llenando durante meses la plaza de Tarir en búsqueda de cambiar el régimen.   Al pueblo hay que escucharlo siempre. Más aún cuando decide congregarse en los escenarios naturales de la democracia para hacerse oír. En Brasil, años atrás, salió a exigirle al entonces presidente Collor de Melo su retiro del cargo, así como lo hizo en Colombia para manifestarse contra la dictadura de Rojas Pinilla, y ahora lo está haciendo en Venezuela para oponerse a la tiranía de Maduro.   La presencia de tantos compatriotas en las calles el primero de abril no es un chiste, ni puede ser mirado por el Gobierno y sus áulicos con arrogancia o desdén. El sentimiento que manifestaron miles de ciudadanos es profundo, en tanto resulta ser el producto de un proceso de maduración prolongado. Que nadie se extrañe, toda vez que uno de los ingredientes fue el desconocimiento de la mayoría a favor del ‘No’ en el plebiscito del año pasado.   Quienes creyeron, encabezados por el presidente Santos y los parlamentarios, cuyo apoyo conserva repartiendo dádivas, que se le puede torcer el cuello a la Constitución Nacional a su antojo, hasta el punto de derogar la soberanía popular, se equivocaron en materia grave.   ¡Así de claro es! Con las instituciones no se juega, como lo han hecho desde la cúpula de los poderes. Alguna vez dijo Calderón de la Barca que “la voz del pueblo es la más sonora salva”. Por eso la marcha fue histórica y el mensaje claro.