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La desaprovechada potencia de la ganadería ecológica

02 de Diciembre 2019

Pese a la creciente demanda y aunque Murcia es la región de Europa con mayor cuota de superficie de cultivo 'bio', su variante animal apenas se ha desarrollado.

Ya no es demasiado complicado encontrar productos ecológicos en las estanterías de los supermercados. Si hace unos años representaban un lujo alejado del comprador medio, en la actualidad ya constituyen una parte nada desdeñable de la oferta. De ahí el crecimiento en la producción de este tipo de bienes en el agro regional, que es, por otra parte, pionero en el sector ecológico. La proliferación de cultivos orgánicos, iniciados por primera vez en España en los campos de arroz de Calasparra, durante la década de 1970, y que en los últimos diez años ha incrementado casi un 60 % su superficie en el país, apenas ha llegado, sin embargo, a la ganadería regional. Su historia se remonta aquí escasamente a la primera década de este siglo.

Solo un puñado de empresas se ha lanzado en la Región de Murcia a un sistema de producción con un potencial de crecimiento que se aventura muy importante, a tenor de la evolución del consumo y el empeño de la Administración por apoyarla. En concreto, únicamente aparece media docena de firmas ganaderas en el registro del Consejo de Agricultura Ecológica de la Región de Murcia (CAERM). Son dos pequeñas explotaciones de apicultura, dos negocios caprinos de un tamaño mayor, una pequeña empresa dedicada a la crianza de gallinas ponedoras y otra más de cerdos, especializada en el chato murciano y de un tamaño menor. Es un número ínfimo para atender un mercado cada vez más demandante de estos alimentos.

«Como todo lo relacionado con la producción ecológica, el consumo de productos animales de este tipo está aumentando en toda la Unión Europea y nuestro país es uno de los que mayores cifras de crecimiento registra», aclara el director técnico del Caerm, Pedro José Pérez Saura. En la actualidad, España es el décimo país de la UE en consumo de estos productos eco. El ingeniero técnico agrícola Ramón Gil, especialista de Innovación Agroalimentaria en Cajamar Caja Rural, concreta que el número de explotaciones de ganadería ecológica se ha más que doblado en nueve años, los que van de 2008 a 2017, en los que se ha pasado de algo más de 3.800 a casi 7.800 en toda España. Las cifras dejan en una porción minúscula a la media docena de explotaciones murcianas adscritas al Caerm. Aquí, pese a que la producción vegetal ecológica alcanza grandes cifras (solo la superan en España Andalucía, Castilla-La Mancha, Cataluña y Extremadura, que tienen un territorio mucho mayor, y es, de hecho, la región de Europa con mayor porcentaje de superficie de estos cultivos), su variante ganadera «está muy poco desarrollada», admite Pérez Saura.

Sin duda, añade, «nos encontramos por debajo de la media nacional y somos una de las comunidades autónomas con menos cabezas de ganado certificadas». En concreto, de acuerdo con las estadísticas oficiales referidas al ejercicio 2017, en la Región de Murcia apenas figuraban 830 cabezas de hembras de cría de ganado ovino ecológico, 2.320 de cabras, 300 gallinas y las abejas correspondientes a 250 colmenas, además de unos 4.000 kilos de caracoles correspondientes a otra explotación ecológica registrada en ese momento. La producción extraída a toda esa cabaña fue ese ejercicio de en torno a 900 mil litros de leche, unos 70 mil huevos, una cantidad no especificada de miel y los referidos 4.000 kilogramos de caracoles.

Para el último año, 2018, ya no se recoge ninguna cabaña ovina, el número de cabras y su producción de leche se mantiene prácticamente igual que doce meses antes, como en el caso de las gallinas, la apicultura sí ha visto incrementar la cantidad de colmenas hasta las 338 (la producción de miel fue de 4.900 kilos) y ya no hay rastro de los caracoles.

El certificado que acredita a estos animales como de producción ecológica, y al que se refiere Pérez Saura, es el correspondiente al Reglamento (UE) 834/2007 y sus disposiciones de aplicación. Básicamente lo que garantiza es que los ejemplares criados en estas granjas se alimentan con piensos ecológicos, que los herbívoros tienen acceso a pastos ecológicos; que apenas son tratados con productos veterinarios, como antibióticos y medicamentos alopáticos, y que en ningún caso son hormonados.

Se trata, en palabras del director técnico del CAERM, de un tipo de producción «encaminada a obtener alimentos de la máxima calidad aplicando criterios máximos de bienestar animal». De hecho, el cuidado del ganado llega al punto de que las ayudas que se conceden según la Política Agraria Común de la Unión Europea (la conocida PAC) están sujetas a las tierras asociadas, en las que pueden alimentarse y solazarse los animales, y no a las cabezas de ganado en sí. Esto tiene una consecuencia perniciosa para los productores murcianos de ganado ecológico. Como aquí apenas hay pequeños terrenos para pastos, además de que «no tenemos desarrollada una ganadería asociada a pastos», el resultado es que «no se han convocado ayudas para la conversión de explotaciones ganaderas ecológicas», según sospecha Pérez Saura. Solo la Comunidad Valenciana acompaña a Murcia como únicas autonomías del país que no recibe este tipo de ayudas.

Esta región sigue muy ligada a la producción intensiva (sobre todo de porcino y, en menor medida, de vacuno y avícola) y semi intensiva (caprino y ovino), y además encuentra dificultades para asentar colmenas ecológicas, que están obligadas a contar en, al menos tres kilómetros a la redonda, con vegetación natural o, al menos, ecológica. De ahí que, a juicio de Pérez, «no es fácil que este sea un sector puntero en la Región». Pero, de otra parte, «por nuestras características climáticas y las de algunas de nuestras razas, como la cabra murciana o la oveja segureña, estas especies se adaptarían perfectamente a la producción ecológica». El chato murciano y la gallina de puesta son otras dos especies que, según el especialista de Caerm, en los próximos años van a incrementarse en producción ecológica.

En todo caso, la clave para este despegue se encuentra en gran medida en el consumidor, que cada vez se preocupa, no solo de adquirir un producto ecológico, sino de que se produzca «lo más cerca posible del punto de consumo para reducir la huella de carbono», añade Pérez Saura. De momento es incuestionable que la preocupación por «la salud y el bienestar ha propiciado que las principales cadenas de distribución hayan incrementado en sus lineales la gama de productos 'bio'», añade Ramón Gil en un informe de Cajamar fechado el pasado junio.

Esta tendencia lleva camino de seguir creciendo, también por la determinación de los poderes públicos por «fomentar el consumo interno y mejorar la comercialización de productos ecológicos», como recoge la 'Estrategia para la producción ecológica 2018-2020' del Ministerio de Agricultura. En este documento «se propone poner en marcha una serie de elementos de información, divulgación y promoción centrados en el reconocimiento de estos productos agroalimentarios por parte del consumidor, así como otras actuaciones más centradas en algunos tipos de consumidores y de colectivos específicos». Esta estrategia también contempla «estudiar todas las fórmulas posibles, junto con el sector y las comunidades autónomas» para desarrollar «nuevas medidas» para favorecer la actividad, «en especial la integración de la oferta de productos ecológicos, lo que permitirá a agricultores y ganaderos mejorar su posición negociadora». En su apoyo al crecimiento y consolidación de la producción ecológica en España, el Ministerio se compromete a prestar una «especial atención a la ganadería ecológica», además de al sector industrial ligado a la producción bio, como también se conoce.

Detrás de la iniciativa se encuentra, además, y así se recoge en el documento ministerial, la búsqueda de «una mayor integración de los aspectos medioambientales y de lucha contra el cambio climático», que es otra preocupación creciente en la sociedad y, por ende, entre los consumidores. El exdecano del Colegio de Biólogos de la Región de Murcia, Herminio Picazo va un poco más allá y sugiere que quizá la ganadería ecológica sea una vía de escape entre la «razonable posición animalista y vegana» y la tendencia natural que tiene el ser humano hacia el consumo de proteína animal. Si este planteamiento se extiende, al consumo de estos productos aún le quedará por superar para su despegue definitivo otra traba que ya no está en la conciencia, sino en el bolsillo. «En el caso de la producción ecológica de vegetales el aumento de precios es un gran obstáculo, pero en el caso de la ganadería se trata de un problema exponencial», advierte Picazo.

La carne de pollo ecológico, por ejemplo, ronda un precio entre cuatro y cinco veces más alto que la de origen industrial. Claro que, como advierten sus defensores, la calidad y el respeto con el medio ambiente que hay detrás de la primera no son comparables.

Texto original en el siguiente enlace.