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Palmas y pitos

09 de Noviembre 2012

Gracias a la generosidad del presidente de Fedegán, Dr José Félix Lafaurie, quien ha decidido abrir un espacio para la información y difusión de la tauromaquia en el periódico virtual de los ganaderos de Colombia , "CONtexto ganadero" , un grupo de profesionales del periodismo taurino hemos aceptado y asumido la responsabilidad de entregarles en esta página o apartado taurino todos los aspectos que tocan con el pasado, presente y futuro de la fiesta brava.

La tauromaquia, del griego (tauro) ταuρος toro, y (maquia) μ?χεσθαι lucha, es una voz antigua que podríamos definir como algo que va mas allá de la lucha con el toro y que se resumiría en: una síntesis de la vida misma. Para los aficionados a esta práctica, al igual que para los griegos antiguos, es un bello espectáculo, un arte y una actividad cultural.

Por lo que rodea y trasciende a lo que acontece en el ruedo aquí escribiremos de tauromaquia. El equipo de firmas convocadas para esta tarea lo integran Guillermo Rodríguez, Jorge Arturo Díaz, Víctor Diusaba, Julián Parra, Humberto Botero, Juan Guillermo Palacio, y un servidor. Como dicen los toreros en la puerta del patio de cuadrillas antes de empezar el paseíllos con el que inicia la corrida...."QUE DIOS REPARTA SUERTE"

IVAN PARRA

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Es común en las plazas de toros escuchar dos tipos de sonidos, uno grato, amable, cariñoso y otro más áspero, las más de las veces injusto pero siempre respetuoso, pitos que es la manera de protestar (un taurino difícilmente se irá de manos con un compañero de tendido por desacuerdos en el ruedo).

Bueno, pues este blog que generosamente obedece a la pasión del Dr. Lafaurie, será un recorrido de sensaciones sobre el acontecer de nuestra fiesta sin más pretensión que mantener un hilo de comunicación con nuestros lectores.

Desde la antigüedad el hombre enfrenta al peligro , se siente cómodo domeñando otras especies. Ese caballo que hoy admiramos en el rejoneo, en la pista de un hipódromo o en un campo de ejercicios de alta escuela de equitación fue hace milenios indomable, arisco. Pacientemente, el hombre logró traerlo a sus dominios y hoy hace parte de nuestro entorno.

El toro migró hace millones de años desde los Urales, en esa frontera entre Europa y Asia, se quedó en lo que pudiéramos llamar ´la piel de toro´: España, Portugal, Francia e Italia... Solo los tres primeros, la hispania, lusitania y la franconia aún dan toros porque ese animal fiero, irrefrenable que embestia a todo lo que se movia se fue seleccionando hace 300 años hasta que en la plaza pública, luego en los cosos cerrados, se comenzó a lidiar , primero a caballo por reyes y príncipes y más tarde al llegar la Corte borbónica, los chulos, esos hombres de a pie que quitaban al toro de la jurisdicción del caballero montado en su equino, pasaron a convertirse en los toreros actuales.

Pero no es un arte zafio y que humilla al toro. No. El torero y toro se enfrentan en un arte caballeresco. El toro se defiende, embiste, pelea frente al picador, persigue y puede herir hasta la muerte al lidiador. Lo otro, eso que vemos cotidianamente, es  un animal que entra en un túnel, lo apuñalan y pasa el siguiente. Más de 3 mil se sacrifican diariamente solo en Bogotá , según estadísticas de Fedegán.

Podrá gustar o no esta suerte de combate que se propone en el ruedo. Discusiones existen. Papas, reyes, presidentes, alcaldes, (alcaldadas también) lo han prohibido y la fiesta se ha restituido. En México se prohibió y casi hay una guerra civil. Es más fuerte porque la tauromaquia tiene una carga espiritual poderosa.

Como el hombre tiene la tendencia a dominar, a imponer, muchas veces mediante la violencia gratuita, pues se apela a creencias, justificaciones moralistas que nada tienen que ver con la tradición. A veces se legisla, otras veces a pupitrazo limpio se intenta prohibir este tipo de festejos (como en Bogotá para que no andemos a saltos por los cerros de Ubeda).

Ya reaparecerá luminosamente la fiesta en Bogotá. Es cuestion de paciencia. Al igual que el toreo de Curro Romero donde están ausentes las prisas, los taurinos cachacos esperan ver pasar por la acera de enfrente de sus casas el cadáver de la intolerancia.