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Sebastián Cáqueza corta oreja

10 de Diciembre 2012

Imponiendo su atildada tenacidad a las renuncias del sexto, el bogotano Cáqueza logró el único trofeo. La vehemencia de Noreña y las posturas de Lárraga, que no atinaron, resultaron infructuosas ante lotes rajados.

| FICHA DEL FESTEJO | | Plaza de Cañaveralejo. 2ª de abono. Sol. Cuarto de plaza. Con picadores, seis utreros de Ambaló, bien presentados, nobles pero con poco fondo. Juan Manuel Noreña , silencio tras dos avisos y silencio. Carlos Lárraga , silencio y palmas.. Sebastián Caqueza , silencio y oreja. |

Bonita la novillada de Ambaló. Enjandillada lámina, sin demasías ofensivas. Negra, bien puesta de pitones, de recortadas líneas, atacó en los primeros tercios capotes y caballos tumbando cuatro veces. Cumplió en banderillas, y en el último echó además relumbrones de clase, de humillada fijeza. Pero qué pronto se apagó, se paró, buscó tablas y desilusionó.

Juan Manuel Noreña, alumno de la escuela de Cali que hizo año de pasantía en México, se brindó cuanto pudo, de rodillas y de pié, con percal y con paño, por un lado y por el otro. Pero el brío le ganó al reposo y el azar al orden.

Sin embargo logró entusiasmos momentáneos, tanto con el primero que de salida hizo de todo, saltó al callejón, lo desocupó, volteó al apoderado, a un arenero y al picador, y se apoderó de la plaza. Luego huyó, y tres pinchos, una espada en guardia, otra media, siete descabellos y dos avisos, pues ustedes ya se imaginan.

Al cuarto lo recibió con lance del perdón. De rodillas en los medios y tras dos tumbos a Torres y la venganza de Rozo le quitó por saltillleras alegres. El animal se fue a menos y la porfía larga, mucho, se hizo triste acabando en cuatro pinchazos con descorde.

El ecuatoriano Carlos Lárraga, optó por echar el trapo arriba siempre, al segundo. Hasta que se cansó, el novillo, claro y cogió las de Villadiego, y él detrás, para seguir en las mismas supongo, pero el ambaló seguro ya le había cogido fobia a las alturas y prefirió morir pegado al piso, de un pinchazo y estocada chalequera.

El quinto, sí que tenía noble son. Araba lentamente con el morro, duró un poco más que sus hermanos, y la muleta tuvo instantes de bajo y reposado temple, diestros y siniestros, acompañados por la banda del maestro Libardo Mora.

Un gusto, efímero, porque la falta de continuidad y estructura de la brega y el declive del toro desembocaron en desplantes rodilleros, media contraria y tres descabellos, con algunas palmas.

Sebastián Cáqueza, tiró tres largas de rodillas, dos verónicas y media como tarjeta de presentación. Bien. Con la muleta en la zurda (mérito) echó cal y arena. Intermitencia, en series cortas, no muy quietas, con destellos buenos es verdad, pero sin dar a la faena una estructura sólida, y los dos entradas en hueso y el espadazo delantero y contario, borraron.

El sexto, fue el más toro y quizá el más bello. Pero traía poco tanque, se escupió del peto, el único, y tras pasar en cuatro tandas ligadas, redondas, la mejores de la tarde, dijo no más. La música sonaba por su cuenta, y la insistencia ordeñando naturales muy espaciados no concordaba. La estocada delantera tiró a “Cantante” en los medios a los pies del novillero y la petición chillada obtuvo la peluda.

Desafortunadamente los valores estéticos de la tarde; cielo azul, sol brillante, buenosmozos utreros, pasodobles bien tocados, primeros tercios con monturas al suelo, o a los medios, lances coloridos, no tuvo aquello que don Juan Pedro predicaba: el toro debe pelear hasta la muerte, y largamente porque hoya en día el muleteo prolongado se ha hecho el quid del toreo. Si el encierro hubiese tenido eso, pues…