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Despojo

Por - 07 de Diciembre 2012

El mar siempre ha sido salud, placer y paisaje. Pero también fuerza, energía y peligro. Para los que vivimos a su lado es la mujer amada: inolvidable y siempre presente.

Antes de navegar por internet los mensajes iban por el mar, confidente y alcahuete recibía encargos de todo tipo. Se le confiaban secretos y se recibían sus voces de aliento, o admoniciones imprecativas  en el “júa júa” de las olas. Pese a tantos años de diálogo no hemos podido entenderlo, pero lo mismo nos ocurre con personas que ostentan aparente racionalidad.

El mar también ha sido solución y panacea. Para cualquier mal es la terapia aconsejada. Cuando hay algo de especial gravedad, desamor y “cabanga” decimos nosotros y despecho los andinos, el último recurso es sumergirnos en sus aguas y ponerlo de por medio con el “problema”.

Ahora que nos hemos dejado quitar un área importante se ha puesto más agresivo. Las calles de la ciudad marinera de sus amores reciben embates y mareas que las muerden y deterioran, pese a que las gentes del Caribe no hemos tenido que ver con la errática política diplomática causante de tanta estupidez.

Ahora el viento del sureste, largo, cargado de sal y yodo llega en rachas furiosas. Pero sus embestidas se calmarán. Irán perdiendo rabia y el concierto terminará de pronto, antes de que el sol se haya ido, dejando el aire para una noche cuya suavidad puede ser extrema en dolores y sudores. Durante este periodo, especialmente alterado por la ofensa a sus linderos y fronteras marinas, han sonado como trompas de Wagner las oquedades de las rocas. Silban todas las aristas y aúllan las copas de los árboles. Porque cada viento trae una enseñanza.

De ellos, el hombre ha aprendido la desmesura y el equilibrio. Ha heredado las veleidades y extraído la música.

Las turbulencias del cerebro van emparejadas a la rosa de los vientos y si estos bruñen acantilados y corales hasta templarios como espadas del mismo modo van conformando el alma de los mortales.

El viento convierte en pendones altivos las velas del pensamiento. Mientras atravesamos el inconsciente, brisas, vientos y soles azotan a la naturaleza. Pero poco a poco se callan los tambores del Calipso. El mar adquiere un momento de quietud deslumbrada. Las palmeras aprovechan un cese de las brisas.

Parecen cinceladas contra la perfección del aire. Fiebres  y pasiones que con las encuestas perturban a esclavos de la popularidad esquiva. Lo peor el verdadero causante del despojo no se da por aludido. Aprovechó la presencia de la Diosa del pop en el país para disfrutar de sus dos conciertos.

Nuestro Presidente y la Canciller apenas son paga patos de aquel cuatrienio de la frivolidad y de una diplomacia paramuna, protocolar y fatua.

Si nos quitaron mar hay que tener cuidado con la tierra. Ojala la solución no sea permitir otro terremoto para olvidar este cataclismo marino. La paz que tanto anhela Colombia parece traer muchos peligros por la perversa altanería de los interlocutores. ¡Cuidado con otro tropezón!  

Que Dios nos asista y que tengamos “buena mar”, aunque sea ajena. Sabemos que el Presidente Santos rechazará la pretensión de la guerrilla para cambiar en forma abrupta el sistema político y económico. El terrorismo no puede ser partero de una nueva Carta Fundamental.