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El presidente Petro: otro privatizador

Por - 05 de Febrero 2023

Petro lo que está haciendo es privatizar la Presidencia de la República. La está manejando a su antojo y en función de sus intereses y de sus obsesiones

No se asombre. Si usted observa la experiencia con los ojos sin escamas, sin ese sartal ideológico que todo lo enturbia, usted podrá darse cuenta de que los únicos privatizadores no han sido los neoliberales. Los izquierdistas también lo han sido. Y, si se quiere, lo han sido de una manera más radical.

Para efectos de esta reflexión, pongámonos de acuerdo en una definición, lo más genérica posible, de lo que podemos entender por “privatización”: una privatización consiste en darle a un bien público el manejo que se le da a un bien privado.

Naturalmente, el concepto de privatización va más allá del tipo de propiedad; de si ese bien es de propiedad de un particular o de propiedad del Estado.

Los neoliberales, por distintas razones que van desde los fundamentalismos ideológicos hasta los intereses inconfesables, se la jugaron por venderles empresas construidas por los Estados a los particulares. Con el argumento de que el Estado es mal administrador por corrupto y por paquidérmico, terminaron vendiéndoles a grupos privados empresas que habían sido de propiedad estatal. Sobre todo, empresas de servicios públicos como los acueductos, las empresas de energía y los bancos. En América Latina, Chile y Argentina fueron las estrellas de las privatizaciones. Sobre eso se dijo de todo y aún quedan libros, documentos y peroratas que llenan los anaqueles. Los derechistas siguen diciendo que eso fue modernizador y los izquierdistas marxistas siguen insistiendo que allí estuvo buena parte del origen de la inequidad de hoy.

Claro, Colombia no fue que se quedara atrás: cuando llegó la moda aquí privatizaron lo que pudieron. Principalmente las empresas que eran rentables. Lógico, ningún empresario privado iba a ser tan bobo de comprarle al Estado lo que no fuera rentable. De alguna manera, la privatización también consistió en vender la pulpa y dejarle al Estado los huesos –claro, me refiero a los huesos desde el punto de vista de la rentabilidad monetaria–.

(Permítanme un paréntesis aquí: el rey vivo de la privatización en el mundo es Putin. De hecho, Putin ha dicho públicamente que los teóricos chilenos de la privatización están entre sus referentes más importantes ¿cómo no? si los primeros rusos ricos surgieron de descuartizar a las malas las propiedades de lo que fue el antiguo Estado soviético)

La cosa fue tan dura que a lo largo de los años 90 los izquierdistas de América Latina escogieron la bandera de oponerse a las privatizaciones con todo y determinaron, también, que la prioridad estratégica consistiría en confrontar al neoliberalismo privatizador.

No obstante, los años han pasado y uno ya puede apreciar de qué se trató todo.

No era que los izquierdistas estuvieran en desacuerdo con que se afectara lo público sino lo estatal. Vale destacar que los izquierdistas han tenido una forma muy particular de definir lo público. Para ellos lo público es lo mismo que lo estatal.

Distinto de aquello que ocurre con los demócratas. Los demócratas consideran que lo público está más ligado al concepto del Bien Común que al hecho de que un bien sea de propiedad del Estado. De hecho, para los demócratas los bienes que tienen claramente el sentido de contribuir al Bien Común no deben ser necesariamente de propiedad del Estado. Es más, los demócratas han desarrollado desde hace muchos años una cosa que se llama la Función Social de la Propiedad Privada.

Aquí en Colombia hubo un presidente, López Pumarejo, que hizo una reforma constitucional por allá en el año 1936 en la que incorporó la Función Social de la Propiedad Privada en la constitución.

Es por eso uno no entiende lo que el presidente Petro acaba de hacer con el metro de Bogotá.

El presidente Petro acaba darle al tema del metro de Bogotá un manejo como si se tratara de un asunto de su propiedad.

¿Cómo así que amenaza con que no girará el dinero de la nación si no modifican el contrato del metro que ya está firmado y en ejecución desde hace rato si no le dan el gusto de hacerlo como a él le da la gana?

¿Cómo así que le cerrará el grifo de la financiación a los proyectos de Bogotá si no hacen las cosas como a él le da la gana?

Petro lo que está haciendo es privatizar la Presidencia de la República. La está manejando a su antojo y en función de sus intereses y de sus obsesiones. Las decisiones las está tomando por fuera de lo institucional y de lo razonable. La ley y los compromisos firmados por el Estado le importan un comino. A él lo único que le interesa es que las cosas se hagan como él quiere y que terminen haciéndole el daño que quiere a quienes él detesta –recordemos que él siempre actúa contra alguien–.

A mí siempre me ha llamado la atención que los izquierdistas, estos radicales, se juran revolucionarios porque critican a los neoliberales privatizadores, pero siempre defienden a las seudorevoluciones que se tomaron los estados por completo para ponerlos al servicio de sus camarillas y terminaron manejándolos como si se tratara de una finca de su propiedad.

Lo que nos muestra la realidad es que los neoliberales privatizaron unas empresas e hicieron unos negocios. En cambio, los izquierdistas estos llegaron al poder y privatizaron todo el Estado en la medida en que se lo apropiaron para ponerlo al servicio de sus grupos y de su ideología sin respetar el más mínimo sentido de la institucionalidad democrática y del Bien Común.

Debemos acudir a todas las herramientas constitucionales posibles para no permitir que Petro siga privatizando la Presidencia de la República.