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El último patriarca

Por - 28 de Febrero 2023

Como dirigente gremial, Fabio Echeverri Correa fue el más aguerrido defensor de la industria y producción nacional.

Según algunos historiadores, los patriarcas en la vida pública son seres que dejan huellas indelebles en la sociedad porque sus acciones, logros y legado deben ser transmitidos de generación en generación. Fabio Echeverri Correa fue uno de esos patriarcas irrepetibles de nuestra historia, que se ha despedido para que su legado, sus obras y resultados sirvan de inspiración, reflexión y examen, porque en todas las actividades que emprendió dejó un sello singular. 

Fabio Echeverri fue la encarnación de los valores antioqueños de la laboriosidad, obsesión por el campo, el emprendimiento, la franqueza y amor por la amistad. Durante su trasegar se caracterizó por contar con una combinación magistral del rigor y el humor, el trabajo y el gusto por la fiesta, la gerencia agropecuaria y la excelencia en la gestión empresarial, la práctica y el humanismo, la calle y los libros. Esa combinación deseable fue la clave de su éxito y el encanto de su personalidad.    El doctor Fabio, como siempre se le decía, fue un estudiante educado en Medellín, Bogotá y en una de las más prestigiosas academias militares de Estados Unidos. Heredó de su padre, el exministro estrella de Alberto Lleras y parlamentario aplaudido, Luis Guillermo Echeverri Abad, el gusto por la política, la ganadería, la agricultura, la oratoria y la economía, título que obtuvo en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y al cual dedicó su vida profesional.   A temprana edad fue banquero, luego gerente de empresas varias de Medellín, residente de siderúrgicas, líder del sector ganadero antioqueño, senador de la República, asesor empresarial y, por supuesto, presidente de la Asociación Nacional de Industriales (Andi), cargo que ejerció por casi dos décadas, para luego ser el presidente de la Clínica Shaio y el arquitecto del movimiento Primero Colombia que, con su gerencia, llevó a Álvaro Uribe Vélez a ganar la Presidencia en primera vuelta en dos ocasiones.    En todas sus labores fue ejemplar, pero sus dos legados más importantes están en la Andi y en el Gobierno de Álvaro Uribe, donde obró como su más cercano asesor y confidente.   Como dirigente gremial fue el más aguerrido defensor de la industria y la producción nacional, presentando constantemente proyectos e ideas para reformar leyes en beneficio del feliz matrimonio de empleadores y empleados y ejerciendo una especie de escrutinio y evaluación crítica a la gestión de los gobernantes en materia social y económica.    También desde la Andi, además de ser un polo a tierra de los gobernantes, se paró con la frente en alto para denunciar a las mafias del narcotráfico y los peligros de los actores armados como la guerrilla y el paramilitarismo cuando se veían sus sangrientos actos y luego su amenazante consolidación. Fabio los enfrentó públicamente y jamás se les amainó, por el contrario, fue tal su capacidad de denuncia que, gracias a sus planteamientos, se lograron significativos cambios de actitud por parte del Estado, que le merecieron amenazas.   Su paso por la Andi marcó huella, y casi que la historia de esa organización está dividida en el antes y después de Fabio Echeverri.   Desde el Gobierno Uribe sirvió con esmero al país, con una posición discreta y, al mismo tiempo, siendo el gran orientador de una obra de gobierno caracterizada por alcanzar resultados. Su influencia le permitió a Colombia reformar el sector de hidrocarburos y el de comunicaciones, mientras ejercía como el evaluador de la gestión de un gabinete.    Nunca aceptó Ministerios ni mucho menos la Vicepresidencia cuando le fueron ofrecidas. Aunque no lo dijera, su personalidad no aceptaba jerarquías y su mayor fortaleza era la independencia para decir lo que pensaba y hacer lo que le dictara su conciencia, sin sujetarse a formalismos o hipocresías.    Fue el hombre más influyente y, quizás, más cercano a Álvaro Uribe durante su gobierno, y su discreción y desapego por los honores públicos lo llevó a ejercer sus funciones sin cargo ni remuneración para luego retirarse a su finca a opinar y asesorar con libertad, sin horarios ni ataduras.   Fabio fue la encarnación del carácter. Su vida fue alegre y plena, con la satisfacción de haberlo dado todo como amigo, padre, abuelo, esposo y miembro de familia. Su partida deja un vacío porque personas como él son escasas.    Dios lo tenga en su gloria. Su legado nos seguirá inspirando.   Portafolio, Bogotá, 29 de octubre de 2017