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“Emocracia”

Por - 14 de Julio 2020

Mencionaba en mi anterior artículo sobre la Memoria histórica esa despreciable intención de la izquierda de manipular los hechos y deformar los acontecimientos en infames resignificaciones de la Historia, para vendernos “relatos” e interpretaciones que modulan y articulan sus dogmas y su ideología sin el menor pudor y rigor historicista.

Y lo que ahora me propongo es denunciar la otra pata con la que el monstruo de la mentira quiere caminar en la impunidad más peligrosa de todas que es la manipulación de las emociones.

Emocracia es un término que acuñó Bertrand Russel en 1.933 para referirse a esa peligrosa tendencia que sacudía a Alemania desde el nacional-socialismo de Hitler y que desembocó en la Segunda Guerra mundial, esas fuerzas irracionales de las emociones, mezcla disparatada del líder con lo místico, lo religioso, lo militar y hasta lo racial que, “al fin y al cabo, son esas fuerzas negras, insidiosas, perversas, que pueden arrastrar a la humanidad hasta arrancar de cuajo sus sentimientos de supervivencia”. (Ha pasado más de medio siglo de aquello y parecería que figuras como las de Castro o Chávez encajaran en el mismo contexto psicológico y político de emocracias enloquecidas que respondieron a los mismos estímulos descabellados e irreflexivos de Mussolini y Hitler)

Bastaría con observar que tanto en las mal llamadas Leyes de Memoria histórica como en las nuevas Emocracias de izquierda, el rasgo que las define no es otro que la perversa manipulación de la verdad (o pérfida gestión de la mentira, si quieren) y que no consiste más que en el convencimiento de que los estúpidos son mayoría y mucho más vulnerables y que los inteligentes siempre están abrumados por las dudas. (Quizás aquí recae la desalentadora diferencia de las Democracias liberales y las “Democracias sentimentales” de izquierda social-comunista)

Escribió Swift que “la falsedad vuela y la verdad va cojeando detrás”. A mí, me hacen más gracia las palabras de Churchill: “Cuando la mentira ha dado media vuelta al mundo, la verdad todavía se está poniendo los pantalones”.

No pretendo una discusión filosófica sobre la verdad y la necesidad de mentir del género humano. Es probable que, inicialmente, el lenguaje no fuera más que descriptivo y que lo utilizábamos para poner nombre a las cosas (sustantivos) y que cuando aprendimos a utilizar los adjetivos y los adverbios convertimos el lenguaje en explicativo y, entonces, fue inevitable empezar a mentir.

Hasta podríamos explicar que la emocracia (como poder de las emociones) tuviera una explicación más peregrina en la Publicidad, como acto supremo de excitación y sugestión de los deseos. ¿Existe algo más coqueto, hedonista y atractivamente burgués que los 10 minutos de publicidad televisiva de ciudadanos felices con la crema antiarrugas, el placer de conducir un BMW, la chispa de la vida de Coca-Cola o unas vacaciones en las Islas Mauricio?

¿Pero y si esas pequeñas incitaciones al bienestar y al éxito se trasladan al enorme desencanto de millones de ciudadanos? - ¿Quiénes están agazapados para exacerbar los sentimientos de ira y de frustración? - ¿Quiénes están atentos para incendiar la conciencia de una existencia insoportable? - ¿Saben cuál fue el origen de la ira en la “Primavera árabe” que se inició en Egipto y como un dominó continuó en Túnez, Siria, Argelia, Libia o Yemen?: Fue la ira de millones de jóvenes árabes que ven en la televisión por satélite que en Occidente se circula con Ferraris, que Cristiano Ronaldo puede comprarse mansiones jugando al fútbol o que sus amigos que emigraron a Europa regresan de vacaciones en un BMW. Es la irrupción de la ira como respuesta al fracaso y la decepción (Ver: “Ira y tiempo”, de Peter Sloterdijk)

Esta es la inflamable gasolina que alimenta la ira y la manipulación de las emociones. La desigualdad, la injusticia, la discriminación, la victimización son armas demasiado potentes que utilizan las izquierdas y los populismos para la desestabilización y la gestión del caos. Esta es su fuerza dialéctica y la sal que echan en las heridas, para desde el miedo y el dolor alimentar sus intereses más espurios.

Para ser sincero, los resultados de las Democracias liberales son tan “aseados” y tan poco progresivos en el corto plazo que no permiten impresionar y neutralizar el engañoso feedback de la concentración de la riqueza y la desigualdad. A la derecha no le alcanza con exhibir los excelentes gráficos de bienestar, de eliminación de la pobreza extrema, de las expectativas de vida, de supresión del analfabetismo, de cobertura sanitaria, de avances tecnológicos y científicos de los últimos 70 años.

Siempre la izquierda tendrá argumentos emocionales para doblegar la razón.

A veces, la emocracia de la izquierda parace enmendar a Aristóteles: “La conducta irracional parece la norma y no la excepción”.

Parece como si a un iracundo mesías de la izquierda le bastara con agitar las falsas promesas de su justicia social para olvidar el enorme optimismo antropológico que debería despertar las grandes conquistas logradas por las democracias liberales.

Pero, mientras ellos, los totalitarios, sólo mienten, emocionan e inflaman, esperemos que muchos persistamos en lo contrario:

“Para que todo pueda y deba mejorar, no dejes que la mentira te lo impida”.

Luis León

(…desde algún rincón de Madrid)