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Exportar o exportar

Por - 21 de Febrero 2020

No se puede desconocer el impacto que tuvo el derrumbe de Venezuela como cliente importante del país o la desaparición de la Comunidad Andina.

Estamos en la época de San Valentín y es bueno recordar que las flores frescas son el último producto importante que hemos logrado incluir en nuestra balanza exportadora.

¡Eso fue a principios de los setenta, hace apenas 50 años! Las flores, que han sobrevivieron la descertificación durante el gobierno de Samper, a la apreciación del peso, los esfuerzos del narcotráfico por contaminar los envíos, las restricciones fitosanitarias, las investigaciones por dumping y subsidios, las negociaciones de los acuerdos internacionales, la ineficiencia logística y tantos otros retos, son la demostración de que exportar es la salida.

Pero el país se olvidó que exportar es la única opción que tienen las economías en desarrollo para salir de la pobreza. Nada es más modernizador que enfrentar la dinámica de los mercados globales con sus niveles de calidad y sus altos estándares de comercialización. Las naciones que exportan generan las condiciones para dar el salto en materia de ingreso que los lleva al bienestar.

Aquí seguimos utilizando el concepto, diseñado en el gobierno de Carlos Lleras (1966-1970), clasificando nuestras exportaciones entre tradicionales (café, petróleo, carbón y ferroníquel) y no tradicionales que incluyen todo lo demás. Esta agrupación estadística obsoleta es la mejor demostración de lo poco que hemos evolucionado y de la falta de relevancia del sector externo en el manejo económico. Las tradicionales son commodities de bajo valor agregado, cuyo precio oscila siguiendo los avatares del mercado global. Las no tradicionales son el reflejo de la diversidad de la oferta exportadora y de la competitividad de la economía.

Las cifras no mienten. El año anterior, las exportaciones no tradicionales ascendieron a 15.036 millones de dólares, lejos de los 18 mil millones del año 2012 y cerca de los 14.894 millones que vendimos en el 2009. Hemos perdido el tiempo. Estamos estancados y el problema es de oferta. El gobierno anterior utilizó los aguacates hass como distractor de la ausencia de estrategia de exportaciones. La verdad es que no hay nuevos productos que sean significativos, en buena medida porque nuestro sector industrial pierde relevancia y el agropecuario languidece desde hace décadas.

Es cierto que hemos mejorado en exportaciones de servicios, especialmente en turismo. No se puede desconocer el impacto que tuvo el derrumbe de Venezuela como cliente importante del país o la desaparición de la Comunidad Andina. No sobra reconocer que el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos no ha generado los resultados esperados. La “petrolización” de nuestra economía fortaleció el peso por años golpeando las exportaciones. Pero todo esto podría haberse compensado por una política exportadora que no hemos tenido desde el primer gobierno de Álvaro Uribe.

El país necesita un Acuerdo Nacional Exportador. Esta es una prioridad si queremos consolidar nuestro potencial de crecimiento.

Coletilla: ¿En lugar de seguir haciendo gestos simbólicos como el día sin carro, por qué no dotamos a la ciudad de un sistema de transporte público digno y humano? Hagamos lo importante si realmente queremos mejorar el ambiente y la movilidad.

Miguel Gómez Martínez

Asesor económico y empresarial

[email protected]

Portafolio, febrero 11 de 2020