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Feudalismo cafetero

Por - 11 de Marzo 2013

Cuenta la historia que el feudalismo desapareció de la tierra hace ya bastantes siglos, pero en el modelo cafetero colombiano este sistema parece fortalecerse día a día.

Cuenta la historia que el feudalismo desapareció de la tierra hace ya bastantes siglos, pero en el modelo cafetero colombiano este sistema parece fortalecerse día a día.

El señor feudal habita cómodas oficinas en el centro financiero bogotano, donde ni el trágico invierno, ni la revaluación afecta su jugoso salario, desde allí gobierna con dineros ajenos, invierte en empresas como Procafecol, y en otros tiempos manejaron, o mejor destruyeron, empresas como Aces, Bancafé y la Flota Mercante, y sabrá Dios qué ha sucedido con los dineros del Fondo Nacional del Café, porque en estos momentos en que el invierno arruinó en tres años el equivalente a una cosecha, y la revaluación disminuyó los ingresos de los cafeteros, estos fondos no salen para aliviar la penosa situación de unos campesinos y medianos empresarios quebrados, sino que el señor feudal pide que su contribución, el tributo que pagan estos arruinados siervos, se convierta a pesos, porque de seguirse calculando en dólares no alcanzará para sufragar los gastos de su ostentosa corte. (Lea: “Los cafeteros de Colombia estamos pidiendo limosna”: Juan Escobar)

Ante esta repugnante situación uno esperaría que los pobres siervos se hicieran sentir, pero la mayoría son pobres campesinos sin voz, o empresarios que utilizan sus pocos alientos para pedir reestructuraciones financieras ante entidades bancarias, ellos supuestamente son representados por comités departamentales, pero estos como buenos vasallos feudales se arrodillan ante el señor esperando que este ponga sobre sus hombros la espada de su aprobación, con el precio del aplauso inmerecido, de la aceptación irreprochable, así muchos de ellos también estén ahogados en situaciones financieras inmanejables, pero al fin y al cabo el estar en la corte del señor, como en los viejos tiempos, trae beneficios que ninguno quiere perder y que pagan el silencio ante las injusticias.

Pero también cuenta la historia que los siervos en algún momento se cansaron de tanta opresión y buscaron la igualdad, y la libertad para poder comerciar sin las imposiciones de su señor y la falta de carácter de sus vasallos. (Columna: Nos cayó la roya)

Tal vez este sea el momento no para pensar en aumentar, o llevar a pesos constantes la contribución cafetera, sino para abrir el debate en torno a su existencia misma, ¿para qué nos sirve una contribución que solo financia una burocracia altanera y desconectada de las necesidades de los caficultores, que en lugar de compensar las pérdidas con los aportes (como corresponde a su naturaleza parafiscal) pide hasta las últimas migajas que han dejado las crisis?, ¿no será mejor abrir el debate en torno a la necesidad de acabar con este monopolio malsano que ya demostró ser incapaz de velar por los intereses de los caficultores? (Lea: Termina el paro cafetero tras el anuncio de la creación de un subsidio)

Señor Gerente, asuma sus responsabilidades con esas 500 mil familias que tanto le gusta publicitar, asuma usted también las pérdidas, haga recortes en su burocracia, ajuste sus nóminas a los ingresos, como tenemos que hacerlo nosotros en las fincas, y en estos momentos de crisis devuélvanos la contribución que tantos años hemos pagado y que solo han servido para financiar las nefastas ideas de sus predecesores en la Gerencia General.