Es en las épocas de crisis cuando se conoce el verdadero valor de los gremios. Cuando todo marcha bien, su labor puede pasar desapercibida; pero cuando las cosas se tornan difíciles, son los gremios quienes actúan como escudo y voz de quienes, día tras día, construyen el desarrollo económico y social del país.
En Colombia, el sector agropecuario ha sido testigo de cómo, históricamente, los gremios han debido enfrentar retos complejos: reformas tributarias, tratados de libre comercio, cambios en las políticas de apoyo al campo, abusos en los precios de compra de los productos o en la venta de insumos, por nombrar solo algunos.
Hoy, a estos desafíos tradicionales se suman otros aún más graves. La inseguridad rural es una preocupación creciente: el secuestro, la extorsión y el abigeato se han convertido en el pan de cada día. La invasión de tierras es otro flagelo que enfrentamos. Hemos visto cómo delincuentes, disfrazados de organizaciones campesinas, manipulan a campesinos y ciudadanos incautos para apropiarse de tierras con propietarios legítimos. A esto se suma el incremento desmedido de impuestos, como resultado de las actualizaciones catastrales, entre muchos otros. Y ante cada uno de estos desafíos, los gremios han respondido, buscando siempre proteger los intereses de sus agremiados. Lo han hecho, primero, a través de la interlocución política —aunque algunos no estén de acuerdo, es allí donde se libran las batallas más importantes—, también mediante acciones jurídicas, y, como último recurso, mediante la movilización social.
FEDEGÁN es un ejemplo claro. No solo ha defendido con tenacidad a los productores frente a diversas amenazas; gracias a su liderazgo, la ganadería colombiana ha logrado posicionarse en el mercado internacional. Sus gestiones han permitido que las exportaciones de carne y animales en pie crezcan año tras año, dándole a los ganaderos la posibilidad de volver a competir en el escenario global.
La actividad gremial no es sencilla. Nunca lo ha sido. Siempre existirán voces críticas; siempre habrá quienes, legítimamente, consideren que se pudo haber hecho más o de otra manera. Es natural en toda organización democrática y diversa. Los intereses individuales no siempre coinciden plenamente con los colectivos, y el camino de la concertación exige enormes dosis de diálogo, paciencia y visión de largo plazo.
Los líderes gremiales deben enfrentar a diario incomprensiones, resistencias e incluso ataques injustificados. Pero su importancia es incuestionable: sin gremios fuertes y representativos, el campo colombiano quedaría fragmentado, vulnerable y sin voz frente al poder político y económico.
Para nadie es un secreto que el país enfrenta una crisis política profunda, una que podría afectarnos como ninguna otra lo ha hecho antes. Por eso, este es un llamado urgente a fortalecer los gremios en todos los sectores. A los ganaderos, en particular, los invitamos a acercarse a sus comités ganaderos locales, afiliarse y participar activamente. Cada nuevo afiliado es una voz más que suma fuerza, refuerza la legitimidad de las organizaciones y potencia su capacidad de incidencia.
Hoy más que nunca, cuando los desafíos para el campo se multiplican, necesitamos gremios sólidos, propositivos y firmes. Necesitamos ganaderos comprometidos, dispuestos a construir, a exigir, pero también a respaldar. Entre todos, defenderemos nuestro gremio y nuestro país. Porque la unión gremial no es solo una estrategia de defensa: es un acto de responsabilidad con el presente y el futuro del agro colombiano.
La verdadera fortaleza del campo está en su gente y en su capacidad de organizarse y actuar en unidad.