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“Los penúltimos días de la esperanza”

Por Luis León - 20 de Junio 2021

Es difícil escapar a un ánimo melancólico cuando tantas sombras empiezan a oscurecer los sueños de libertad y democracia en nuestro continente americano: Desde el sur del Río Grande hasta las estepas áridas, los fiordos glaciales y los bosques pluviales de la Patagonia.

Es difícil escapar a un ánimo melancólico cuando tantas sombras empiezan a oscurecer los sueños de libertad y democracia en nuestro continente americano: Desde el sur del Río Grande hasta las estepas áridas, los fiordos glaciales y los bosques pluviales de la Patagonia.

Oportuna metáfora geológica en una preocupante desertización de los principios liberales que las democracias de nuestros países han perseguido, durante siglos, en medio de sangrantes, esquizofrénicos y dolorosos esfuerzos.

Quizás nuestra aventura por la libertad en nuestros pueblos se remonte a aquel Oratorio de San Felipe Neri, en Cádiz, el 19 de marzo de 1812.

Decía así en su Artículo 1:

La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. ... La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.

Y no cabe ninguna duda que aquella primera Constitución liberal fue el embrión de todos los movimientos emancipadores que se sucedieron en la América hispana.

Y por qué no admitir, también, que de aquellas legítimas aspiraciones criollas de asumir nuestras propias responsabilidades, emancipadas de la península, no hemos hecho más que recorrer un tortuoso itinerario de cainismos, ambiciones y todas las bajas pasiones que siempre alimenta la pulsión del poder.

Pero la enorme responsabilidad del presente no nos puede distraer en los imperdonables tropiezos del pasado.

Colombia ha conquistado una democracia, una endeble y muy mejorable democracia, una democracia funambulista de pasos vacilantes que siempre amenaza con precipitarse al vacío.

Y las amenazas se multiplican en un entorno continental de populismos hegemónicos de raíces marxistas que incendian crecientes sentimientos de indignidad e ira.

Conceder al marxismo más casposo y aburrido la perspectiva de lucha de clases sería concederles el más ingenuo y vulgar de los análisis. Explicar el estrangulamiento de las clases medias como un fracaso de las políticas económicas de las derechas liberales podría resultar más comprometedor. Porque son las clases medias el único espejo que mantiene la llama del ascensor social y la esperanza en las oportunidades del sistema. (Los colapsos de los capitalismos emergentes empiezan y terminan en sus clases medias)

Otro vector que, muchas veces, preferimos ignorar es el de la religión, que si en siglos pasados resultaba ser un fuerte cemento de principios y tradiciones de las clases populares y las clases medias burguesas en la escalera social, ahora nos desconcierta un cierto posicionamiento político de miembros de la Iglesia católica que no tienen escrúpulos en alimentar la demagogia de la pobreza, del capitalismo salvaje, del indigenismo excluido, migrantes precarios o trabajadores vulnerables.

El Papa peronista Bergoglio llegó a afirmar en un video-mensaje a la Conferencia Internacional del Trabajo, en Ginebra, que “la propiedad privada es un derecho secundario” y que se debía someter al “derecho primario de la destinación universal de los bienes”. ¿No es esto un ataque directo al derecho natural y a los derechos universales que sustentan nuestros estados de derecho modernos y nuestra jurisprudencia racional e ilustrada?

No se extrañen de paradójicos compadreos de algunos curas con populismos de izquierda (Gramsci ya entendió en la Italia católica la utilidad de travestir una izquierda alternativa con un “cristianismo emancipador”. - ¿Existe mejor terreno propagandístico para la hegemonía cultural de la izquierda que en el Sermón de la montaña de los mansos, los perseguidos, los que lloran y los que tienen hambre?)

Una ola inquietante de populismos recorre la América hispana: López Obrador y Alberto Fdez. no suscriben la condena de la OEA a Nicaragua. En Santiago de Chile ya gobierna una alcaldesa comunista. El brazo político de Sendero Luminoso gobernará Perú. Lula da Silva asoma la cabeza.

Colombia y el “kintsukuroi:

Cuando los japoneses reparan objetos rotos (kintsukuroi), enaltecen la zona dañada rellenando las grietas con oro. Ellos creen que, cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso. El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, éstos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza.

Luis León.

(…desde algún rincón de Madrid)