La miopía es una “anomalía o defecto del ojo que produce una visión borrosa o poco clara de los objetos lejanos”. Los miopes ven los objetos distantes como manchas de colores, perciben las formas pero no pueden detallarlas.
Muchos en Colombia sufren de una grave miopía política. Ven cómo se definen los hechos políticos en el presente pero creen con ingenuidad que el futuro será distinto. Como el miope, cuando por fin puedan distinguir los hechos que han intuido, ya será muy tarde para reaccionar.
Las señales del presente son muy claras. Producto de años de trabajo ideológico y envalentonados por el triunfo político que significó el desbalanceado acuerdo de paz, el populismo es hoy la fuerza ideológica dominante. Alimentados por una juventud a la cual le han martillado en el sistema educativo una visión idílica del socialismo y protegidos por una justicia cada día más politizada, los líderes populistas ganan terreno y se perfilan triunfantes para las próximas elecciones. Por primera vez en la historia política reciente, dos años antes de los comicios presidenciales, la izquierda tiene ya candidato en la figura de Gustavo Petro, que es además líder en los sondeos de opinión.
Mientras tanto las fuerzas políticas opuestas caen en la trampa y buscan competirle al discurso dominante con otras propuestas populistas. La pandemia es el entorno ideal para proponer todo tipo de subsidios y medidas insostenibles. El sector privado, acosado por la peor crisis económica de la historia, mira el presente con ansiedad. Pero no reacciona. Es consciente que, como lo confirma la Encuesta Mundial de Valores, las grandes empresas, que en el período 2010-2014 tenían un 61 por ciento de confianza, hoy apenas superan el 28 por ciento. El discurso antiempresarial ha ido calando, con éxito creciente, en mayores capas de la sociedad.
Mientras los populistas avanzan los demás esperan. Esperan que la cercana experiencia de Venezuela sea suficiente para evitar que Petro triunfe. Esperan que una figura de centro izquierda pueda arrinconar a las versiones más extremas sin recordar que, en la pasada elección presidencial, los centristas votaron masivamente en la segunda vuelta por Petro. Esperan que el país valore lo que ha logrado y no arriesgue su futuro sin reconocer que la cultura de la gratuidad y del subsidio ha debilitado la ética del trabajo. Esperan que la aplastante evidencia histórica del fracaso del socialismo sea suficiente para orientar a los despistados votantes. Esperan, como esperaron los cubanos o los venezolanos, que la fiebre populista fuese pasajera y que el país volviera a recobrar la sensatez. Miopes, esperan que el camino del populismo tenga regreso.
La segunda acepción de miopía es aún más útil: “incapacidad para ver cosas que son muy claras y fáciles de entender”. Cuando las fuerzas no populistas reaccionen, descubrirán que sus líderes estarán muertos o en prisión, otros seguirán creyendo que el activismo en las redes compensará el abandono ideológico y los más ingenuos pensarán que los Estados Unidos no permitirá un nuevo experimento socialista en su área de influencia geo-política.
Los miopes ven de cerca pero no pueden ver el futuro.
Miguel Gómez Martínez
Presidente de Fasecolda
Portafolio agosto 18 de 2020


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