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¡Que todos comamos queso!

Por Oscar Cubillos Pedraza - 18 de Enero 2018

Ya se escuchan a lo lejos voces de los transformadores industriales de leche que pregonan la baja del precio que se pagaría al productor en el primer semestre de este año. Argumentan el aumento de la oferta, motivada por mayores lluvias y por las importaciones de contingentes autorizados vía Tratados de Libre Comercio. ¿Esa es la única solución?

Por supuesto que tenemos más lluvias y un año que inicia con nuevos cupos, pero los argumentos de la industria terminan en la simplicidad de siempre: castigar el precio al lechero como si fuera el único responsable de la competitividad.   Ese falso imaginario –que la competitividad de la cadena recae en el productor primario–, es desvirtuado por la realidad.   Unas cifras ilustran esta realidad. Hoy el precio de un litro de leche pagado al productor en finca en Colombia equivale a 35 centavos de dólar, más competitivo que el de Estados Unidos, 39 centavos; Nueva Zelanda, 40 centavos; Unión Europea, 43 centavos; Brasil o Chile, 37 y 36 centavos de dólar respectivamente; pero menos competitivo que el de Argentina o Uruguay, 33 centavos para los dos casos.   ¿Qué indica esto? Que hasta el momento en que nuestro productor le vende a la industria su producción, ese eslabón –el primario– tiene la capacidad de competir internacionalmente.   En otras palabras, el lechero hace la tarea. Tanto la hace que insólitamente él solo es quien asume el costo del transporte y, de contera, le cercenan injustamente las bonificaciones voluntarias por calidad.   El encarecimiento de la leche viene después, cuando ya está en manos del transformador o del comerciante.   En el caso de la transformación de una tonelada de leche en polvo a leche líquida, por ejemplo, en donde la industria lechera colombiana tiene un costo estimado hoy día en US$ 697/Ton. Idéntica actividad tiene un costo de US$ 489 en la industria lechera de Nueva Zelanda, y de US$ 505 en la de Estados Unidos.   ¿Qué muestra esto? Que las ineficiencias en la cadena de valor son propias a la industria. Lastimosamente no lo reconoce y buscan la solución en bajarle el precio al productor, que es el eslabón más débil en la negociación.   Pero la realidad se sigue imponiendo. Las empresas que consiguieron dejar esas ineficiencias atrás e integraron adecuadamente sus procesos de transformación y comercialización, hoy venden el litro de leche UHT al consumidor en $ 1.900, y no a $ 3.700, como es el caso de las tiendas de bajo costo. Piénsese en D1, Justo y Bueno, Tiendas Ara y demás con sus diferentes marcas de leche y productos lácteos.   Lo que no puede ser es que continuemos creyendo el falso discurso que la culpa de la falta de competitividad es de la vaca y del ganadero.   Ahora, y de nuevo, viene el cuarto intento por establecer un Precio Competitivo de Exportación para la leche (propuesto por la industria), en donde los industriales pretenden trasladarles las ineficiencias a nuestros lecheros, incluso el costo de transformación y el de transporte.   Para ser competitivos en la exportación de productos lácteos, toda la cadena de valor –por eslabón y en conjunto–, debe hacer una reflexión hacia adentro, revisar sus procesos y entender que la leche se puede producir y vender al consumidor a un precio más bajo. Así lo están demostrando las cadenas de bajo costo en el mercado nacional.   Ya lo dijo Spencer Johnson en su publicación ¿Quién se ha llevado mi queso? Un cambio nos podrá llevar a ¡que todos comamos queso!