Por supuesto influyeron además de la crisis sanitaria propiamente dicha, la baja en el precio del petróleo, la pérdida de dinámica en el envío de remesas y de inversión extranjera, así como el aislamiento obligatorio que deterioró el consumo. Ahora bien, la lógica nos dice que en la medida que la economía se abra la tasa de cambio debería buscar su tendencia de mediano plazo, es decir los $3.400 por dólar que rondaba antes de la crisis.
Esto no ha ocurrido. Hoy, al inicio de septiembre, la tasa de cambio es de $3.745, indicativo que la economía aún se encuentra en un estado delicado. Efectivamente, entre enero y julio las exportaciones cayeron cerca del 25% al compararse con 2019, situación que influye en la menor entrada de dólares y por lo tanto le coloca presión a la tasa de cambio.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que nuestra depreciada moneda otorga oportunidades para los sectores exportadores, al recibir más pesos por cada dólar. Es evidente el aprovechamiento en el sector cárnico que ha logrado incrementar el ingreso por exportaciones en 37% entre enero y julio de 2020, frente a 2019. Mejor es el indicador en las exportaciones de animales en pie que en el mismo periodo registra incremento de 641%.
Así mismo, con tasa de cambio alta las importaciones deberían ser bajas. En el sector lechero no ha ocurrido tal situación, al contrario, entre enero y julio de 2020 ya superan las 52 mil toneladas de leche y derivados. Situación poco lógica al ser Colombia el país número once en producción de leche en el mundo.
Lo que resulta lamentable, en medio del panorama importador de leche, es que 23% de las familias que comían tres veces al día, hoy apenas lo hagan dos veces al día, de acuerdo con los datos revelados por el DANE para el mes de julio cuando el desempleo ya alcanza 20,2%.
Efectivamente, la industria lechera hoy debería estar centrada en dos focos de trabajo. El primero, aumentar las exportaciones con una tasa de cambio favorable que le ayuda notablemente a su rentabilidad. El segundo, contribuir con productos más baratos, en poblaciones de estrato 1 y 2 que poca leche toman, y que en la crisis económica y social actual se han dejado de alimentar.
Pero ni lo primero, ni lo segundo. Las exportaciones de lácteos apenas alcanzan 1.635 toneladas en el primer semestre del año: marginal. Y poco interés hay en crear productos de menor costo para estratos con bajo nivel de ingreso: su rentabilidad se cae.
Los sectores que vieron la oportunidad en la tasa de cambio la están aprovechando. Los otros seguirán echándole la culpa a la vaca, al productor y a la misma tasa de cambio.