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Un collage de locura

Por - 04 de Diciembre 2013

El hobby nacional es la política, copa los titulares de los medios y es comentario ineludible en toda reunión social. Sin distingo de clase o credo todo el mundo hace cábalas sobre resultados, toma partido y discute con un apasionamiento digno de mejor causa.

El hobby nacional es la política, copa los titulares de los medios y es comentario ineludible en toda reunión social. Sin distingo de clase o credo todo el mundo hace cábalas sobre resultados, toma partido y discute con un apasionamiento digno de mejor causa. Sin embargo, la participación electoral, que muestra alta abstención, disminuye en las elecciones presidenciales aunque en el año 94 con Ernesto Samper, llegó al 66% sin haber estallado el escándalo de la financiación de su campaña por el Cartel de Cali.

Ante la proximidad de elecciones para el Congreso y la Presidencia, con el anuncio de Santos de aspirar a la reelección la política es tema de discusión. Sin pretender hacer futurología, consideramos necesario un análisis del panorama para inferir hacia dónde va el país, que termina el año padeciendo metástasis institucional. Las elecciones del año entrante definen el liderazgo a seguir y la posibilidad de solución a la grave problemática nacional. (Columna: ¿Quién gobierna en Colombia?)

Aunque se ha planteado que la negociación con las Farc es primordial y sobre este estribillo se ha montado la campaña reeleccionista, la crisis institucional es de tales proporciones que la pone en segundo plano, entre otras cosas, porque un país que no esté institucionalmente estructurado no tiene como eliminar las causas del conflicto y enfrentar su solución.

Dos de los tres pilares del Estado: La Justicia y El Congreso dan muestras del mayor grado de crisis. En la primera aparte del atraso en su aplicación, en materia civil es de 10 años, según estudios serios de público conocimiento, se ha establecido que existen carteles de funcionarios de la Rama Jurisdiccional que negocian sentencias, libertades y términos dentro de un abominable carrusel de corrupción. Del Congreso, ni hablar gracias a la falta de entidad de la mayoría de sus componentes, es un apéndice del Ejecutivo que hábilmente lo aglutina con grandes dosis de mermelada que es el manjar preferido por de los politiqueros de oficio.

No hace control político como manda la Constitución y peor aún, no muestra iniciativa para realizar las grandes transformaciones que requiere y exige la institucionalidad. (Columna: La campaña de la incertidumbre)

Ante este estado de cosas, la Unidad Nacional  presenta un collage variopinto y confuso. La reelección es más de lo mismo pero más concentrado: bailar el indio al son que le pongan las Farc en La Habana, acción de recule instantáneo, falta de criterio y liderazgo -como en el caso del fallo de la CPI y Nicaragua- , mantener el control político a punta de mermelada y gasto público a rodos para apaciguar cualquier descontento interno.

La llamada Unidad la conforman el Partido de la U que, descuadernado para ganar adeptos le ofrece curul al Pibe Valderrama; el partido Liberal acusado por el Senador Galán de politiquero y cerrado por la cabeza de lista de Serpa, a quién le resucitó el proceso 8.000 -dónde no se ha aclarado el asesinato de su chofer Darío Reyes cuando se disponía a declarar ante la fiscalía- y el Partido Conservador que con una dirigencia ahíta de mermelada se apresta para la peor de sus batallas.

La alternativa es el Centro Democrático con programa de Estado y gente seria comprometida con el futuro de la República. El elector tiene la palabra.

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