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El tiempo fértil de un bovino: ciencia, juventud y genética desde Plato, Magdalena

José D. Pacheco Martínez 24 de Julio 2025
ganadero Sebastián BoteroFoto: CortesíaSebastián Botero, CEO de la Hacienda Virgen del Carmen ha sabido combinar tradición con ciencia para mejorar el rendimiento de sus animales.

Una vaca no grita cuando ovula ni emite señales evidentes como quien levanta la mano para ser vista. Su lenguaje es biológico, sutil, profundamente silencioso. Sin embargo, en la Hacienda Virgen del Carmen de la familia de Sebastián Botero, en el corazón del Magdalena, ese silencio se ha vuelto una oportunidad.


A Sebastián Botero no le interesa posar como ganadero. Llega en su camioneta a la finca Virgen del Carmen, ubicada en las tierras cálidas de Plato, Magdalena, y lo hace sin alarde, como quien viene a trabajar con lo que más respeta: la vida animal y la ciencia que permite perfeccionarla. No supera los 30 años y, si se juzgara por su aspecto, muchos no imaginarían que sea un técnico riguroso en reproducción bovina, empresario del agro y testimonio viviente del relevo generacional que tanto necesita el campo colombiano.

Hijo de una familia de grandes ganaderos de la región, Sebastián aprendió desde niño que el futuro no se improvisa. “Nosotros manejamos la línea guzerat puro con registro y sus cruces, además de gyr. Llevamos una trazabilidad genética individual a cada animal. Cada lote tiene su propósito: las de levante, las novillas, las vacas paridas. Todo está sistematizado”, explica, mientras recorre a pie los potreros donde se prepara la siguiente generación del hato.

En su voz no hay retórica. Hay datos, experiencia y método. Por eso entre sus grandes logros está que uno de sus toros reproductores, criado en la misma finca, fuera incluido en el exclusivo catálogo nacional del Comité Guzerat de Colombia.

“Ese toro fue escogido por su calidad superior. Nosotros tratamos de usarlo en todas las novillas que no tengan consanguinidad con él. Las demás las trabajamos con inseminación artificial y transferencia de embriones. Todo según criterios fenotípicos y de producción”, explica Botero con bastante orgullo.

Foto: Cortesía


Cuando el celo es una ecuación


Bajo esa lógica, encaminada a mejorar genéticamente los animales del hato y con esto su producción, en los potreros de la Hacienda Virgen del Carmen, el lenguaje animal se traduce en decisiones técnicas. Una vaca no grita cuando ovula, pero su cuerpo habla: se deja montar, disminuye el apetito, camina más de lo normal, tiene la vulva inflamada.

A eso se le llama “celo”, y en esas horas —si se detecta a tiempo— se puede definir el éxito reproductivo de toda la temporada. “Aplicamos protocolos de inseminación a término fijo, los famosos IATF, que duran nueve días. Al noveno, se insemina. Pero también tenemos inseminación por detección de celo cuando el animal lo manifiesta. Lo importante es observar, registrar, decidir”, cuenta Botero.

Estas decisiones y procedimientos incorporados en la Hacienda Virgen del Carmen, se ajustan a las ideas propuestas por Diego Carrillo-González y Yasser Lenis, biólogos expertos en reproducción bovina, quienes explican en sus investigaciones que “el comportamiento sexual es la expresión más visible del entorno hormonal interno de la hembra bovina, pero su interpretación requiere observación constante, conocimientos técnicos y condiciones adecuadas de manejo”.

En ese sentido, Sebastián Botero también está a la vanguardia, porque, como todo en la ciencia, no hay lugar al error: la finca cuenta con personal capacitado. Un operario técnico agropecuario, formado en el SENA y entrenado en palpación y ecografía, es el responsable directo de muchas de las inseminaciones. “Nosotros no dejamos esto al azar”, dice Botero con claridad.


Laboratorio en potrero


Cada vez que se abre un termo de nitrógeno líquido, hay un protocolo en juego que quienes se dedican a esta actividad conocen a la perfección: la pajilla de semen debe descongelarse exactamente a 36 °C durante 30 a 45 segundos. Ni más, ni menos. El operador carga la pistola, accede al canal vaginal, atraviesa el cérvix y deposita el semen en el cuerpo del útero. Un milímetro de error puede costar semanas de trabajo.

“En la Virgen del Carmen no improvisamos. La manipulación del semen, su transporte y descongelación son tareas delicadas. Tenemos termos de transporte y un protocolo claro: si el animal está en otra finca, se escoge el semen adecuado, se moviliza en condiciones seguras y se realiza la inseminación en el punto. Siempre evaluando el fenotipo y las condiciones reproductivas del animal”, agrega el joven ganadero.

Yendo más allá, advierte que los toros reproductores no son escogidos al azar, sino que, dada la especialidad de la hacienda, buscan que aporten en fenotipo, fertilidad, rusticidad para adaptarse al difícil clima y producción de leche a pastoreo.

“En las hembras comerciales, tratamos de hacer al menos dos trabajos de embriones al año. Eso lo hace un laboratorio especializado. Se escogen las donadoras por fertilidad, fenotipo y producción de leche, porque esas son las que queremos replicar”, afirma con propiedad.

Sobre estos procedimientos como tal, Carrillo y Lenis, insisten en que lo más importante en este asunto, es la manipulación del semen, porque “implica mantener la cadena de frío en todo momento. Una desviación térmica, por mínima que sea, puede comprometer la movilidad espermática y, con ello, la fertilización”.

Foto: Cortesía


Joven que cría ciencia


Quienes hemos recorrido la región, sabemos que, en el Bajo Magdalena, el calor puede convertirse en enemigo silencioso. Las altas temperaturas, la humedad y el estrés térmico afectan directamente la fertilidad. “Antes nos pasaba que muchas vacas se acaloraban, salían preñadas y luego reabsorbían. Era frustrante”, recuerda Botero.

“Detectamos dos causas: enfermedades reproductivas y deficiencia de cobre. Estas tierras son ricas en hierro, que anula el cobre. Ahora suplementamos con sales mineralizadas y proteínas, y aplicamos vitaminas con base de cobre en cada protocolo”.

En ese ajuste fino está parte del éxito reproductivo. La finca no solo vacuna contra enfermedades reproductivas cada 11 meses, sino que refuerza con leptospira y monitorea los casos con ecografía. “Si al momento de la palpación encontramos algo anómalo, tratamos puntualmente. Pero son escasos los casos. Tener un protocolo sanitario constante es clave”, explica.

La adaptación genética también es parte de la estrategia. Además del guzerat puro, la finca ha optado por cruzamientos con normando, una raza europea reconocida por su rusticidad y buena producción de leche.

“Lo buscamos por su adaptación al trópico. No nos interesa que sean blancas ni perfectas estéticamente. Nos interesa que produzcan más leche a pastoreo, que resistan y se reproduzcan con eficiencia”, sostiene Botero.

El resultado es un hato que no solo se adapta, sino que proyecta futuro. Vacas con trazabilidad genética, con índices de fertilidad altos, con un modelo técnico que prioriza lo fenotípico y lo productivo.

Hablar con Sebastián Botero es ver en acción a una nueva generación de ganaderos que no le teme a la tecnificación ni al método.

“Yo crecí entre ganados. Lo que hago lo aprendí de mi familia, pero también lo he estudiado. Aquí no se trata solo de tener animales, se trata de entenderlos, de mejorarlos y de lograr que el campo sea viable en el tiempo”, expresa.

Lo que él aplica en la Virgen del Carmen no es un lujo: es una necesidad. En un país donde el sector agropecuario representa más del 6% del PIB y donde la ganadería aún es vista por muchos como actividad rudimentaria, proyectos como este demuestran que el desarrollo rural exige ciencia, inversión y juventud.

Porque el tiempo fértil de una vaca no se improvisa. Y tampoco el relevo que hoy, desde Plato, siembra con rigor el porvenir del campo colombiano.


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