Desde los potreros de La Guajira hasta los campos de Ubaté, mujeres como Milagro Ojeda Britto y Patricia Escobar son el rostro de miles más que se dedican a la producción pecuaria mientras crían hijos. En sus historias como mamás y productoras se entrelazan amor, constancia y tierra bajo las uñas.
Dos mujeres, dos regiones, una misma pasión: criar hijos y ganado mientras sostienen con sus manos el alma productiva del campo colombiano. En el Día de la Madre, su voz cobra más fuerza como símbolo de resiliencia, liderazgo femenino y sostenibilidad rural. (Lea en CONtexto ganadero: Mamás en el sector rural, un ejemplo de pasión y constancia)
“Yo no tuve varones, pero mis hijas están enamoradas del campo”, así arrancó Milagro Ojeda Britto su testimonio, una mujer que vive la ganadería como quien respira. Desde su finca en La Guajira ha criado hijas, terneros y líderes, sembrando más que pasto, sembrando cultura.
De acuerdo con Ojeda Britto, “la ganadería va con todo, con la medicina, con la psicología, con cualquier profesión”. Sus hijas, estudian en ciudades, pero manejan su RUT ganadero, saben montar, marcar animales y manejar la finca. Y lo más importante, sienten que el campo también es suyo, pues “si yo fallo, ellas saben qué hacer”, añadió.
Para esta ganadera, el relevo generacional no se hereda, se construye. En sus palabras, “aquí en mi casa todo es criollo: el queso, la carne, el bollo. Mis hijas lo hacen, sus novios antioqueños lo viven. Y todos felices con sus botas y su sombrero”.
Su finca es aula, refugio y motor comunitario. Ha organizado reencuentros con otros padres ganaderos, tertulias en ferias, y hasta programas juveniles con apoyo social.
Sin embargo, su historia no ha sido fácil, pues ha enfrentado momentos difíciles en el campo. Desde hace más de 18 años ha estado al frente de organizaciones ganaderas, esta productora ha tenido que abrirse camino en un entorno mayoritariamente masculino, ganándose con esfuerzo el respeto de sus colegas.
“Lo más duro ha sido ganarme el respeto como líder entre hombres. Por cultura, a muchos les cuesta, pero poco a poco me he ganado su respeto. Ya me dice que si yo no estoy, los proyectos no caminan”, manifestó.
Milagro Ojeda proviene de una familia ganadera y ha sembrado en sus hijas el amor por el campo. Foto: Cortesía.
Alimentar a la humanidad
Para Patricia Escobar, madre y ganadera en Ubaté, el campo es genética: “En mi caso, somos una familia feminista, siempre mayoría de mujeres. La ganadería viene de generaciones atrás”.
Su familia está conformada por hijas, quienes aman los animales y apoyan a su madre. En sus palabras, “la menor está por dar a luz y siempre busca cómo colaborar con las tareas del campo, trae ideas y hasta impulsa tecnologías. Les he enseñado que esto no es solo trabajo, es amor por el campo”.
Escobar sabe que el reto más grande no es la tierra, sino el tiempo. En su experiencia, hay que saber distribuirlo entre los hijos y la finca, pues “es una labor que no se ve, pero sostiene todo”.
Es por eso que a otras madres ganaderas les deja un mensaje claro: “No cambien su meta. Somos las que alimentamos a la humanidad. Dios nos dio la fuerza para trabajar y criar, para sostener la tierra y la familia”. (Lea en CONtexto ganadero: Las mujeres del campo también escriben su propia historia)
Milagro y Patricia encarnan lo que muchos olvidan que, en Colombia, el campo también es femenino. Ser madre ganadera no es solo doble jornada, es liderazgo, educación y economía sostenible. Ellas no solo dan a luz a hijos, sino generaciones conectadas con la tierra.
¡Feliz día, madres ganaderas!
Patricia Escobar es una madre ganadera que trabaja incansablemente para sacar a su familia adelante. Hoy sus hijas aman y respetan a los animales. Foto: Cortesía.