El relato de un productor de leche revela el impacto silencioso que amenaza el ganado no solo por la posible erupción, sino también por las afectaciones que provocan las cenizas tanto a los animales como a los pastos.
Ante el comunicado emitido por el Servicio Geológico Colombiano, donde se confirmó nuevas señales sísmicas y emisiones del volcán Puracé, uno de los sectores que más padece la zozobra y el miedo de este suceso es el sector agropecuario. Los productores de leche, quienes conforman una de las principales fuentes de sustento del municipio de Puracé, en el Cauca, están atemorizados. (Lea en CONtexto ganadero: Recomendaciones para prepararse ante el riesgo volcánico)
Según cifras de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán-FNG) y el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), el municipio de Puracé cuenta con un hato de 21.336 cabezas de ganado (a cifras de 2024), que hoy en día están en riesgo por las recientes actividades del volcán Puracé.
En entrevista para CONtexto ganadero, Royber Melenje Sauca, representante de Dignidad Lechera del Cauca, señaló que miles de familias tienen un sustento gracias a la ganadería.
Su predio está ubicado en la zona rural de Coconuco, cabecera municipal de Puracé, zona donde se producen cerca de 15 mil litros de leche diarios y se cultiva papa, fresa y arveja. Melenje señala que la amenaza es real: “La naturaleza es impredecible y no conocemos el alcance de una eventualidad como esta”.
Impacto que no se ve
Una de las afectaciones que no suelen medirse de los efectos del volcán, es cómo la caída de ceniza deteriora el pasto, lo pudre con la humedad y lo puede convertir en lodo.
De acuerdo con Melenje, este efecto obliga a los productores a comprar silo y ajustar la alimentación del hato, lo que resulta en pérdidas económicas. Además, con el paso de los días, las cenizas podrían llegar a afectar la salud del ganado en temas respiratorios o de la piel. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Cómo afectan las cenizas y los gases de un volcán a la ganadería?)
Así sucedió en la familia Melenje, el pasado 20 de enero de este año, cuando una noche les cayó ceniza sin previo aviso. Si bien la administración envió veterinarios para revisar a los animales, el problema surgió días después. “Los animales no mostraban signos al inicio, pero luego empezaron los problemas respiratorios y la piel se les levantó”.
Su familia perdió tres vacas y dos terneros. Muertes que golpearon sus ingresos y los créditos que sostienen la producción, según relató.
Para él, la situación evidencia una falla grave: falta de planeación. No han recibido una guía para proteger a los animales, no cuentan con establos y el ganado permanece a la intemperie.
“Nunca nos han preparado para cuidar a los animales y protegerlos de eventualidades con el volcán, ni para protegernos a nosotros mismos” afirmó.
Hace cuatro días volvió a caer ceniza, y nuevamente empiezan a padecer las dificultades con el pasto. “El pasto se había estado recuperando, pero vuelve a caer estas cenizas, y no sabemos cuánto nos va a afectar”, señaló Melenje.
Mientras en algunos sectores ya se definieron rutas de evacuación, en otros, como la vereda San José, no han recibido ninguna instrucción, según cuenta Melenje.
Llamado para actuar
La zona necesita acciones de contingencia claras. No solo para los animales, también para las familias que viven del ganado y los cultivos. Establos, capacitación, subsidios, créditos de alivio y planes de evacuación efectivos son acciones necesarias antes de que la actividad volcánica escale.
Hoy, los productores sienten que enfrentan solos una amenaza que no da tregua. Y mientras las cenizas siguen cayendo, las palabras que más se repite en los ganaderos de la zona son las mismas que expresó Melenje: “Tenemos temor, porque sabemos que vivimos en una zona de riesgo, pero no sabemos cómo protegernos”.



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