En España los residuos de pesticidas son la mayor fuente de preocupación en materia alimentaria (45%), seguido de los contaminantes medioambientales (42 %), ocupando los dos primeros lugares. Estos temores son infundados. Pese a los bulos que circulan en relación con la carne y la presencia de antibióticos u hormonas en la misma, no hay nada que temer. Ahora descubriremos la razón.
Los animales, al igual que las personas, necesitan ser tratados con medicamentos cuando enferman. Estos medicamentos podrían dejar residuos en la carne. Por esta razón, la legislación europea establece unos límites máximos de residuos de sustancias farmacológicamente activas utilizadas en el tratamiento de los animales en los alimentos de origen animal, incluyendo la carne, el pescado, la leche, los huevos y la miel, para garantizar la seguridad alimentaria.
Estos límites se cumplen, tal como demuestra el último estudio de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria a este respecto. El último estudio, publicado en marzo de 2020 indica que el número de muestras que excedió en el año 2018 el nivel máximo de residuos de medicamentos fue de un 0,3% (es decir, el 99,7% de las muestras analizadas cumplían con la legislación). Este valor se sitúa dentro del rango de valores de los últimos 10 años (0,25%-0,37%). Para realizar este estudio se tomaron 657.818 muestras en 28 estados miembros.
Los alimentos que se importan desde otros países tienen que cumplir con la legislación europea, por lo tanto, una carne procedente de Argentina o de Turquía, por ejemplo, debe presentar unos límites máximos de residuos por debajo de los niveles establecidos por la Unión Europea para poder comercializarse en el territorio comunitario, y no puede tener presencia de medicamentos no permitidos en la Unión Europea.
Presencia de hormonas en la carne
Algunas personas creen que el agua y la espuma que se libera al cocinar la carne tiene su origen en la presencia de hormonas en la misma. La presencia de estas hormonas, según la creencia popular, es favorecer el crecimiento y engorde de los animales.
En el año 1981 (hace casi 40 años) la Unión Europea prohibió el uso de sustancias que tienen una acción hormonal para favorecer el crecimiento de los animales. La legislación europea es clara en este aspecto. No solo prohíbe el uso de hormonas para favorecer el crecimiento de los animales sino que la última actualización legal a este respecto reduce drásticamente las circunstancias bajo las cuales se pueden administrar un tratamiento hormonal a los mismos y siempre, por supuesto, bajo un estricto control veterinario.
La legislación se cumple como demuestra el último muestreo efectuado por el Plan Anual de Investigación de Residuos en el año 2018 donde el porcentaje de incumplimiento es inferior al 0,2%. (Crónica:
¿Carne de vaca, de caballo, o de burro?)
Presencia de aditivos en la carne
La legislación europea tampoco permite la presencia de aditivos en los alimentos no elaborados como la carne que solo se ha sometido a un troceado o deshuesado (por ejemplo, un filete de ternera o una pechuga de pollo). Solo los preparados cárnicos (embutidos, bacón, jamón cocido, pinchos morunos…) pueden contener aditivos. Los aditivos usados en la preparación de alimentos son seguros y se añaden en cantidades que no sobrepasen los niveles máximos permitidos.