Ariel Fernando Galvis

31 de mayo de 2026

Por Ariel Fernando Galvis - 30 de Junio 2025


Cada día que pasa, la situación del país empeora. La crisis institucional, económica y de seguridad se profundiza, y la incertidumbre crece a medida que se acerca la tan esperada como temida fecha: el 31 de mayo de 2026.

El gobierno arremete con todo su poder contra quienes considera una amenaza política. El presidente, desde su cuenta de X, lanza mensajes como quien dispara sin apuntar: amenaza, se victimiza, polariza, e insinúa estrategias para burlar la democracia. Su círculo más cercano lo respalda; sus seguidores —cada vez menos— lo aplauden, mientras la gran mayoría de colombianos vivimos entre la indignación, la impotencia y el miedo.

La delincuencia se ha tomado el país. Los grupos armados —hoy más narcotraficantes que insurgentes— ejercen control en las zonas rurales, ordenan cierres de municipios, obligan a comerciantes a trasladarse a la selva para negociar “aportes” —así llaman ellos a la extorsión— y actúan con total impunidad. En las ciudades, la delincuencia común campea: roban, extorsionan, asesinan, mientras el gobierno guarda silencio o desvía la mirada.

El campo, históricamente olvidado, no escapa a esta tormenta. El abigeato, las invasiones, el secuestro y la extorsión hacen parte del día a día. El agro ha sido completamente excluido de la agenda del gobierno. Peor aún: quienes generan empleo y desarrollo en las zonas rurales parecen haberse convertido en enemigos del poder. Las agresiones verbales y simbólicas contra el productor agropecuario son constantes. La institucionalidad está debilitada: el ICA ha perdido capacidad de acción, Agrosavia está desfinanciada, y el gremio ganadero resiste lo que parece una guerra declarada desde el poder.

Es hora de cambiar. Y no solo de presidente —algo que, por fortuna, ya es inminente—, sino de líderes políticos y, sobre todo, cambiar nuestros criterios de elección. El primer cambio debe venir de nosotros, los electores.

¿No creen ustedes que ya es hora de tener líderes que defiendan el campo? Que entiendan que el agro no es un sector marginal al que se le lanzan ayudas simbólicas, sino la base de la seguridad alimentaria de Colombia. ¿No creen que ya es hora de unirnos para defender nuestro sector?

Miren estas cifras: en Colombia hay cerca de 2.8 millones de predios agropecuarios. Si cada uno representa un hogar, estamos hablando de igual número de familias. El promedio de personas por hogar rural es de 3,32, lo que representa 9,3 millones de personas que viven directamente del agro. Si estimamos 1,7 adultos por hogar -según el DANE-, tenemos unos 5,5 millones de votantes rurales.

Eso es cerca del 15 % del electorado nacional. Somos una fuerza electoral poderosa. De hecho, ningún otro sector productivo en Colombia tiene ese nivel de incidencia política. Pero ese poder solo se vuelve decisivo si nos unimos.

Queremos escuchar a los candidatos presidenciales. Queremos compromisos reales, coherentes y viables con el campo colombiano: con el pequeño, el mediano y el gran productor. Todos son fundamentales. Queremos propuestas que reconozcan al agro como generador de empleo, de vida digna y de futuro.

Nuestras necesidades —las de los ganaderos, agricultores, avicultores, porcicultores, entre otros— son claras: seguridad y orden público, seguridad jurídica, infraestructura vial, electrificación, conectividad digital, crédito rural accesible, comercialización justa, asistencia técnica efectiva, educación rural con enfoque agropecuario… y la lista sigue.

Ojalá tengamos un candidato —o candidata— que vea en estos más de cinco millones de votos la posibilidad real de construir un futuro mejor para todos.

La responsabilidad es nuestra. No podemos equivocarnos. El pueblo tiene el presidente que elige. Y cuando votamos mal, cuando no leemos los programas, cuando no salimos a votar o cuando cambiamos nuestro voto por favores —por cemento, tejas, comida o fiesta— también somos responsables del desastre.

Esta vez no hay margen de error.

Unidos, campesinos y empresarios del campo podemos decidir quién será el próximo presidente de Colombia.

Nuestro compromiso será seguir trabajando, sembrando, criando y produciendo alimentos. Ese es nuestro aporte diario a una Colombia mejor.

¿Entonces, vamos a poner presidente?
Un buen candidato puede encontrar en el campo la mitad de los votos que necesita para ganar en primera vuelta.

Vale la pena soñar.