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Ahora sí me enloquecieron con esto de AstraZeneca

Por - 12 de Abril 2021

¿Será que la vacuna AstraZeneca tiene problemas tan serios cuanto el alud de titulares? Como ciudadano tengo derecho a una explicación sobre la vacuna y las distintas ofertas aquí y en el mundo

¿Será que la vacuna AstraZeneca tiene problemas tan serios cuanto el alud de titulares? Como ciudadano tengo derecho a una explicación sobre la vacuna y las distintas ofertas aquí y en el mundo

Y eso que buena parte de mi autoestima reposó siempre en la certidumbre de que me hallaba entre las personas más cuerdas que había conocido en la vida.

¿Quién pudiera creerlo? Todo por cuenta de la vacuna AstraZeneca, aunque no me la he aplicado y tal vez nunca me la aplique.

La verdad, aún no me han puesto ninguna y no estoy angustiado porque como la Covid-19 me dio en enero, y me dio duro, me siento medio inmunizado. Luego no hago parte del grupo de los muertos de la vacuna satánica.

Pero así fue que comenzó mi locura, cuando empecé a sentir que no podía descifrar si se trata de una vacuna satánica o de una vacuna satanizada.

En febrero, cuando la sacaron con bombos y platillos, lo hicieron diciendo que era para gente menor de 55 años. Antes de un mes ya habían ampliado el espectro hasta los de 65 años. Al otro mes, leí que los europeos iban a prohibirla totalmente porque era dañinísima. Tres días después, que no; que era muy buena y que había que seguir aplicándosela. Desde hace dos semanas, comenzaron con que sí pero que no, que no era buena para menores de 65 sino para mayores de 55. Por último, acabo de leer que los franceses decidieron desaconsejar la segunda dosis a quienes ya se aplicaron la primera y recomendaron sustituirla por una de Pfizer o una de Moderna.

Ya entenderán por qué tengo loco a mi psiquiatra pidiéndole ayuda.

Lo primero que tengo que aceptar es que no soy ningún experto. No soy médico, ni biólogo, ni químico, ni epidemiólogo, ni botánico, ni homeópata, ni parasicólogo, ni periodista –que son los más expertos en todo –.

Pero independientemente de mi condición de lego en la materia, soy un ciudadano a quién muy probablemente tendrá que llegarle su momento de hacer efectivo el derecho a la vacuna anticovid –porque con la pandemia surgió esta nueva figura del derecho –. Por lo tanto, tengo el derecho y la necesidad de que me expliquen, mínimamente, en qué consiste la vacuna que me van a poner y las distintas ofertas que están sobre las mesas de mi país y del mundo.

Nadie está hablando de que nos cuenten los secretos ni los meandros más sofisticados de la excelsa medicina. Tan solo se trata de que nos digan si su método básico proviene de la manipulación del virus como tal o si se trata de esas que trabajan con base en el ARN y que son como unos mensajes que envían hasta el ADN con el fin de modificar el punto de información para adiestrar a nuestro organismo para defenderse del agresor.

Porque tal como entiendo la cosa, cada uno de los métodos deberían de escogerse por aparte. Pero no me imagino cómo es eso de combinarlos repentinamente, de la noche a la mañana, y decirles a los que ya se habían aplicado la primera dosis de la AstraZeneca que ya no se apliquen la segunda de la misma, basada en la generación de anticuerpos a partir del virus, y que la sustituyan por las de Pfizer o Moderna, basadas en el método del ARN.

Lo primero que se le ocurre a uno es preguntarse si de las de Pfizer y Moderna no se necesitaban realmente las dos dosis y con una bastaba. Porque se supone que si no se va a completar la dosis de la de los anticuerpos virales y se cambiará de camino, lo que finalmente se deduce es que se optará por la estrategia de las de ARN.

Claro, repito que acepto de antemano que es posible que mi confusión surja, en buena medida, de mi falta de compresión cabal sobre estos temas. Sin embargo, ello no salva a la industria farmacéutica de la evidente falta de transparencia y franqueza. Desde que cometieron el abuso de imponer todos los secretos que les impusieron a los gobiernos en materia de la contratación de las vacunas, los laboratorios farmacéuticos perdieron parte esencial de su credibilidad. Ya se sabe que en materia de negocios no tienen agüeros y que son capaces de pasar por sobre lo que sea con tal de salirse con las suyas y no han dejado de percibir la tragedia humana de la pandemia como su gran oportunidad.

¿Será que la vacuna de AstraZeneca tiene serios problemas, tan serios como el alud de titulares que han recorrido el mundo o será que estamos ante un nuevo caso de raponerismo mercantil?

Uno no sabe, pero da la impresión de que la industria farmacéutica entró al club de los más desprestigiados, al lado de los políticos y los banqueros.

¡Qué pena!