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Alimentación sostenible

Por - 09 de Noviembre 2018

Colombia cuenta con recursos abundantes para ser jugador central en los sistemas alimentarios futuros.

Durante las últimas décadas, la producción de alimentos ha sido una competencia por la productividad. Los agricultores que han logrado los menores costos unitarios de sus cosechas han sido los reyes del mercado, y los consumidores han privilegiado los menores precios de los alimentos más allá de cualquier otra consideración.   Pero esto está cambiando. La cadena alimentaria es hoy responsable por el uso del 70 % del agua dulce disponible, un recurso cada vez más escaso. El sector agropecuario responde por casi una cuarta parte de los gases de efecto invernadero. 

Una tercera parte de las tierras arables se han degradado por uso inadecuado. Y los alimentos que se consumen dejan mucho que desear en términos nutricionales: dos billones de personas sufren de déficits de micronutrientes claves, dos billones padecen obesidad y aún 800 millones no tienen acceso a las calorías suficientes y sufren de hambre crónica.

La carrera desbocada por la productividad ha llevado a que la humanidad dependa hoy solo del arroz, maíz y trigo para proveer más del 50 % de las calorías. Solo una docena de cultivos y cinco especies de animales domésticos proveen el 75% de la alimentación mundial. La biodiversidad agrícola se erosiona, aumentando el riesgo de nuestra sostenibilidad como especie.

Por eso toma más fuerza la necesidad de que los sistemas alimentarios sean más sostenibles. El consumo de alimentos debe ser más eficiente en términos de los recursos naturales que se utilizan, los alimentos deben proveer dietas más sanas y las cadenas de valor reconocer los servicios y costos ambientales de los alimentos que llegan al plato.

Un análisis realizado por el Foro Económico Mundial a principios del 2017, proyecta cuatro escenarios globales, todos plausibles, según cómo la sociedad aborde estos retos. 

El peor escenario –al que se llega por un consumo alimentario basado en el uso intensivo de recursos naturales y por economías cerradas al intercambio comercial y de conocimientos– se llama la ‘sobrevivencia de los más ricos’. Un segundo escenario de consumo intensivo y abierto a los intercambios sin control es el ‘consumo desenfrenado’: en este las economías crecen pero llegamos pronto a un basurero al borde del colapso.

A un tercer escenario, llamado ‘local es el nuevo global’, se llega con un consumo más responsable en el uso de los recursos naturales, pero con intercambios mínimos, lo que lleva a que unas economías progresen, mientras otras zozobran. Y al escenario más positivo ‘sostenibilidad de fuente abierta’, se llega por medio de un consumo más responsable e interconectado; en este las perspectivas para la mayoría de los habitantes del planeta son mejores, aunque deja inevitablemente a algunos excluidos.

Estas señales son claves para el agro colombiano. Contamos todavía con recursos abundantes para ser un jugador central en los sistemas alimentarios futuros, pero debemos cambiar la forma de producir. Además de la productividad –que aún está lejos de alcanzar niveles óptimos–, nos tocó mejorar simultáneamente la diversidad, la calidad y la inocuidad de lo producido y proteger, e incluso recuperar, los recursos naturales que usamos en el proceso. Estos retos hoy se integran en los objetivos estratégicos de Agrosavia al 2028, y comienzan a reflejarse nuestras actividades diarias. Pero deben ser parte del quehacer todas nuestras instituciones y una política de Estado explícita en nuestros planes de desarrollo.

**Juan Lucas Restrepo I. Director Ejecutivo Agrosavia

@jlucasrestrepo - [email protected] Publicado en Portafolio: octubre 31 de 2018**