No es fácil cuantificar el valioso aporte que le dio la parranda al vallenato. Recordemos que la música que hoy llamamos vallenato nace en las fincas; los macheteros, ordeñadores, arrieros de ganado y campesinos rasos fueron los primeros acordeoneros, al menos en esta zona del Caribe.
El juglar Alejo Durán nunca negó que había sido un ordeñador de la finca Las Cabezas en El Paso Cesar y Enrique Díaz, reconocido machetero, grabó una canción a su herramienta de trabajo, el machete. (Ahora que compre mi machete/me voy para el monte a trabajar/porque el cultivo da billete/pa tomá trago y mujeriá…) Eso para solo poner un ejemplo.
Lo que todo apunta es que los primeros acordeoneros, en sus momentos de pausa laboral y en sus fiestas campesinas, se ponían a tocar acordeón, a cantar y a parrandear. Y esa música y jolgorio comenzó a gustarle a los propietarios de las fincas y del ganado, que poco a poco se fueron arrimando y haciéndose partícipes, y entonces empiezan a aparecer los versos y canciones con dedicatoria a ganaderos y hacendados que financiaban las parrandas.
Fueron los ganaderos y hacendados quienes comenzaron a trasladar la música del campo a los centros urbanos, las parrandas también se empiezan a realizar en sus casas familiares y eso se convirtió en un ente multiplicador del vallenato y la parranda. Pues, la música y ese jolgorio parrandero también envolvió a otras gentes citadinas amigas de ganaderos y de hacendados.
Es más, para circunscribirnos solo al Magdalena, en poblaciones como Ariguaní, Algarrobo, Fundación y hasta Pivijay los ganaderos competían por demostrar quién hizo la mejor y más prolongada parranda y quién llevó más músicos. Estas parrandas se prolongaban semanas. Muchos investigadores coinciden en que, de aquí, de esas prolongadas parrandas con varios acordeoneros comenzó a germinar la idea de competencias o festivales vallenatos…
¿Cómo llegamos a La Parrandita?
El eje comercial, en especial de la ganadería, que se dio entre la zona de Cesar y el Magdalena, generó asimismo una especie de semicírculo parrandero-cultural que iba de Valledupar a Santa Marta y viceversa.
En ese hemiciclo también se movieron los juglares y surgieron los puntos especiales con parrandas inolvidables como lo fueron Caracolicito y El Copey en el Cesar, El Difícil Magdalena, en cuyas zonas aledañas al río Ariguaní nace la famosa canción Panorama, compuesta por el juglar sucreño Adriano Salas, donde narra la llegada del invierno, las crecientes, inundaciones, el traslado del ganado y el guayabo que le generaba dejar las tierras bajas.
En esta canción Adriano Salas narra que su trabajo era el de cajonero o quesero en las fincas Panorama y Caño Lindo de propiedad del Ganadero Julio Sierra.
La llegada del tren solidificó aún más el comercio y el intercambio cultural entre el Cesar y el Magdalena y, sobre todo, Fundación se erige como La Esquina del Progreso y de la parranda, algunos lo dan como el escenario del que podría llamarse el primer festival vallenato, que tuvo como creador y financiador a Camilo George, un comerciante de origen libanés que comercializaba electrodomésticos, telas y acordeones. Otros hablan que el primer festival fue obra de García Márquez y Escalona en Aracataca, cada quien defiende su tesis con argumentos importantes.
Esa esquina del eje entre Zona Bananera y Santa Marta; Pivijay y la zona del río y Caracolicito, el Copey, El Difícil y Valledupar, convirtieron a Fundación en un epicentro del progreso y con ello de la parranda. Y son los ganaderos los mayores impulsores de esos encuentros folclóricos por las fenomenales parrandas. Casi todos los juglares de las décadas del 50, 60 y 70 pasaron por Fundación y tocaron en sus parrandas y ferias.
El tren y la mayor facilidad para llegar a Santa Marta hizo que muchos provincianos, la mayoría hijos de ganaderos, entre ellos el maestro Escalona, se trasladaran a estudiar a esta capital y comenzaran a regar la parranda vallenata a la que se unieron juglares llegados directamente de La Guajira.
Así, de igual forma llegaron los patios parranderos, en donde había ron, sancochos y mujeres por montón. Esos patios parranderos fueron el escondite para que varios parranderos de la alta sociedad samaria se pegaran sus escapadas y amanecidas. Estando muy joven, alcancé a conocer a uno de esos patios que quedaba por la Caseta La Abuela, entre los barrios El Olivo y Alfonso López.
Según lo que he logrado investigar, La Parrandita nace primeramente en una parranda en el patio de la casa del maestro Dagoberto López, gran amigo de Leandro Díaz, Rafael Penso y de Armando Zabaleta, pero toma también historias y anécdotas de otras parrandas que por esa época se daban en Santa Marta y, especialmente, de los patios parranderos: “hice esta composición de mañanita/en ella llevo el recuerdo de mi pueblo…”