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Coopetencia

Por - 26 de Junio 2020

Es mala idea que los burócratas terminen inmiscuyéndose en decisiones que deben guiarse por los conceptos de riesgo y rentabilidad.

No es un error de ortografía. El título está bien escrito. No es un “diablillo de imprenta” y lo que quise escribir es ‘competencia’. Es coopetencia, un injerto entre cooperación y competencia que ha popularizado Javier Panzano en su obra ‘1+1=3, Únete a la competencia para ganar’, publicado por Editorial Netbiblo en 2012.

Cuando analizamos muchos de los problemas que enfrenta nuestra economía nos damos cuenta de que nos hace falta, a la vez, cooperación y competencia. Productividad y competitividad requieren dosis variables de estos dos conceptos.

Por nuestro aislamiento, hemos acumulado un enorme retraso en materia de productividad. Para superarlo deberíamos hacer énfasis en la cooperación. Desarrollar clústeres que permitan aunar fortalezas parciales y mejorar el nivel de conjunto de un sector productivo. Michael Porter, el popularizador de este concepto, lo define como “una agrupación de personas o empresas que comparten intereses y sus conocimientos y recursos para obtener un beneficio mutuo”.

No es fácil en nuestra cultura empresarial desarrollar estos esquemas donde se comparten recursos y experiencias. Muchos siguen pensando que es válida aquella frase de que “el secreto de los negocios es el secreto”. En un mundo donde la información fluye sin límites, el secreto deja de ser un arma viable. Las claves ocultas terminan por conocerse. Es preferible optar por esquemas de cooperación donde todos ganan así no lo hagan en la misma proporción. Hay habilidades que no es posible desarrollar de manera individual.

Buenos ejemplos de estos beneficios son la disponibilidad de mano de obra especializada, el desarrollo de bienes de capital apropiados, la innovación en técnicas y procesos que pueden mejorar el desarrollo de nuevas líneas de productos o la apertura de otros mercados. Los clústeres aumentan, además, las economías de escala que es uno de los mayores obstáculos para insertarse en la globalización.

También nos falta más competencia. Los modelos cooperativos requieren el incentivo de la competencia. Muchos mercados adolecen de suficientes actores significativos para que la competencia sea real. Formas de competencia monopolística o de oligopolios son siempre inconvenientes. Simulan competencia pero termina siendo limitada y, en ocasiones, simbólica. En materia de competencia es cierto lo que aplica para la libertad de prensa: es preferible un exceso que un defecto.

Sin competencia los productores se acomodan y empiezan a exigir subsidios o protecciones. Siempre habrá quienes, desde el poder político, escuchen esas solicitudes y se inicie el camino de la decadencia sectorial. Uno de los problemas es que hemos trasladado al Estado el fomento de esquemas de cooperación. Para ello es mejor que sean los propios empresarios que asuman el liderazgo. Es siempre una mala idea que los burócratas terminen inmiscuyéndose en decisiones que deben ser guiadas por los conceptos de riesgo y rentabilidad. En cambio, la garantía de un entorno de competencia real debe ser responsabilidad indeclinable del Estado.

Coletilla: el éxito del día sin IVA confirma que la clase media colombiana está harta de pagar impuestos. Tal cual.

Miguel Gómez Martínez

Presidente de Fasecolda

[email protected]

Portafolio, Junio 23 de 2020