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De Neruda a Maluma

Por - 28 de Febrero 2023

Los tiempos han cambiado, y es normal que los gustos, preferencias, tendencias y modos de vida hoy sean diferentes a los de medio siglo atrás. Lo que no puede aceptarse es que con el paso del tiempo se permita el irrespeto a la autoridad, a la ley y a las instituciones; y que además la sociedad lo haga parte de su cultura.

En el entorno latinoamericano durante las últimas semanas hemos visto serias revueltas, que aparte de ocasionar inmensas pérdidas económicas, han dejado en evidencia el desorden ocasionado por el populismo caudillista de las últimas décadas.

Vandalismo y violencia se han originado en países hoy democráticos como Argentina, Ecuador y Chile por pretender realizar ajustes económicos urgentemente necesarios ante la lesión en las finanzas públicas que varios estados suramericanos encontraron luego del paso del socialismo del siglo XXI.

Paradójicamente Venezuela con su régimen del terror es premiado con un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU; las elecciones en Bolivia terminan en fraude, como era de esperarse de la otra dictadura disfrazada en el discurso de la democracia; y en México, la autoridad estatal no puede con los criminales aun habiéndolos capturado.

Colombia no ha sido ajena de la manipulación social que ha llevado, no a protestas, sino a hechos que van más allá de la manifestación de la libertad de expresión.

¿Grupos con interés en generar caos para luego alcanzar poder? ¿la combinación de las formas de lucha? Es evidente que sí. Latinoamérica se enfrenta a una nueva andanada de fenómenos de uso de la violencia que se amparan, o esconden, en la protesta.

Lo más preocupante de todo es que dichos fenómenos tienen una rápida capacidad de replica cuando no se ejerce autoridad o no se aplica rigurosamente la ley. Sin duda del ejemplo queda todo, y, cuando la sociedad ve que puede realizar todo tipo de hechos fuera de la ley sin que exista un castigo ejemplar, cada vez lo hará con mayor frecuencia y aumentará su intensidad.

La realidad actual utiliza como excusa un factor económico. Las altas subvenciones que muchas económicas latinoamericanas han otorgado a sus ciudadanos desembocaron en una reacción violenta al pretender ser renegociadas o eliminadas. Pero ya lo demostró la economía venezolana: mal acostumbró a buena parte de sus ciudadanos con exagerado asistencialismo y hoy está en donde está: en ruinas.

Urge entonces en Latinoamérica un nuevo modelo basado en menos estatismo, ese que han pretendió vender bajo la promesa de los “derechos” en donde el Estado debe suministrar absolutamente todo.

Latinoamérica requiere un fortalecimiento institucional enmarcado en el respeto a las libertades pero que actúe con contundencia en el marco de la ley. Esa es la función inicial y fundamental del Estado.

Sin duda hoy pueden convivir en la región desde los que leyeron a Neruda y los que hoy escuchan a Maluma, pero sin instituciones no llegaremos muy lejos. Como lo dijeron Acemoğlu y Robinson en su libro ¿Por qué fracasan los países?, la diferencia entre ser una nación rica o una pobre la dan sus fuertes instituciones.