¿Y por qué hemos olvidado dicha festividad? De un lado razones de mercado que han hecho de otras actividades las de mayor generación de empleo, especialmente en las áreas urbanas: construcción, servicios financieros, industria, comercio.
De otro lado, la situación de violencia que ha afectado al país se ha concentrado especialmente en sus zonas rurales, incidiendo en los procesos de migración hacia las ciudades. Tal escenario nos ha hecho olvidar el papel fundamental que desarrolla el campo en materia de seguridad alimentaria, suministro de materias primas e incluso turismo.
Pero tampoco se puede desconocer que la orientación de la mayoría de políticas públicas a lo largo de nuestra historia republicana, ha estado del lado urbano, haciendo que más personas se trasladen allí pues en donde se ejecutan lo recursos. Así las cosas, más y más personas terminan trasladándose del campo a la ciudad, y los presupuestos gastándose allí, en donde está el grueso de votantes.
Mientras que en la década de los 30 en las áreas urbanas se encontraba un cuarto de la población del país, hoy la relación es contraria. En las zonas rurales tan solo se encuentra el 24 % de nuestra población, y tal indicador década tras década desciende más.
De la generación que hoy nace en nuestros campos, poco más del 83% de sus padres considera que un buen futuro para sus hijos solamente estará en la ciudad. De allí que el relevo generacional rural sea cada vez más complejo de realizar.
Solo haga el ejercicio de visitar nuestros campos y encontrará que la mayoría de sus habitantes no son jóvenes, ni adultos jóvenes, sino adultos mayores. Así mismo, el agregado de personas que estudia carreras agropecuarias también tiene menor dinámica y disminuye año tras año.
Es claro que la única forma de revertir tal situación es invertir en el campo a través de políticas públicas y hacerlo atractivo para que las empresas y familias también lo hagan. No puede ser un papel de inversión solo de uno o dos aspectos y de manera temporal. Debe enfocarse conjuntamente en educación formal, servicios de salud y bienestar social, infraestructura, cambio climático, medio ambiente; de manera conjunta, generosa y sostenida.
Incluyamos además políticas diferenciadas de lo urbano en materia laboral, tributaria, incluso en servicios públicos que permitan avanzar haciendo del Estado su principal impulsor.
Debemos reconocer que somos un país con origen en el campo. Cuando lo hagamos, entendamos, y lo hagamos parte de nuestra cultura, le daremos el lugar que se merece a nuestro campo y especialmente a los pobladores de él.