El lamento hipócrita de Petro por el atentado fue una segunda agresión bien calculada contra el senador Miguel Uribe, su familia, su partido, sus electores y el país en general.
No es hora de dejarse dividir y confundir por las extrañas frases de Gustavo Petro tras el cobarde atentado que sufrió el senador y candidato presidencial Miguel Uribe Turbay. “Ay (sic) Colombia y su violencia eterna. Quieren matar al hijo de una árabe en Bogotá, que ya habían asesinado, y no se debe matar en el corazón del mundo. Matan al hijo y a la madre. Respeten la vida, esa es la línea roja", escribió Petro en una red social.
El inquilino de la Casa de Nariño rehusó en ese párrafo mencionar siquiera el nombre de la víctima. Así es de brutal el odio que él le profesa al senador Uribe Turbay y a los otros candidatos de oposición para quienes la tragedia de ayer fue un cruel campanazo de alerta de que el tinglado de extrema izquierda petrista ha pasado a otra fase peor, en su desesperada lucha por mantenerse en el poder.
Petro utilizó, además, un vocabulario absurdo para deslizar la idea de que el atentado fue sólo un crimen racista que poco y nada tiene que ver con la contienda política: “Quieren matar al hijo de una árabe en Bogotá que ya habían asesinado”. ¿Quiénes son los que él señala con el verbo “quieren”? ¿Por qué la palabra “árabe”? ¿Para culpar subliminalmente a otros, a los judíos, por ejemplo, a quienes Petro acusa de ser “nazis” y “genocidas”?
El lamento hipócrita por el atentado fue una segunda agresión bien calculada contra el senador Uribe, su familia, su partido, sus electores y el país en general.
La madre de Miguel Uribe Turbay, la periodista Diana Turbay, directora de la revista Hoy por Hoy, no era árabe, como tampoco lo era su padre, abuelo del senador atacado, el ex presidente liberal Julio César Turbay Ayala (1978-1982), colombiano de nacimiento con orígenes sirio-cristianos. Ella fue secuestrada el 30 de agosto de 1990 por un escuadrón del Cartel de Medellín —de los llamados “extraditables” de Pablo Escobar—, y fue abatida durante un intento de rescate de la Policía, el 25 de enero de 1991. Petro quiere que olvidemos que el M-19, donde él militaba, era financiado para que cometiera sus mayores crímenes, como el asalto y matanza de magistrados del Palacio de Justicia de Bogotá, por el Cartel de Medellín.
El jefe de Estado de Colombia afirmó, por otra parte, que el atentado contra el senador Uribe Turbay es la obra de la “violencia eterna” de Colombia, es decir no por el terror impuesto a Colombia desde el comienzo de la Guerra Fría por Moscú y las guerrillas comunistas y narco-comunistas, sino por la nación que lucha desde entonces contra los enemigos de la libertad y de la economía de mercado.
“Respeten la vida”, lanzó como coartada Gustavo Petro al final de su “protesta” por el atentado. Quiere que olvidemos que los propagandistas petristas vomitan a diario su odio más tenaz desde hace meses, desde las redes, contra Uribe Turbay y contra los otros candidatos de oposición, sin que Petro se haya desolidarizado ni un segundo de la infernal campaña.
Por el contrario, hace unos días, en Barranquilla, Petro estimulaba tales incitaciones al odio y vociferaba, en un mitin, su odio contra el Senado y los senadores HP y la oposición parlamentaria que habían impedido la reforma de la Constitución a rajatabla, sin respetar nada, mediante un decreto ilegal (el objetivo último de la llamada “consulta popular”).
El nuevo ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, tampoco está exento de responsabilidad por lo que ocurrió ayer en Bogotá. El ministro incitaba a la violencia hace pocos días al escribir: “Ante el bloqueo institucional del Senado, proyectado en actos inconstitucionales, no queda otra salida que ‘El Decretazo’” ¿El “decretazo” es firmar un decreto ilegal o comenzar un plan pistola contra los candidatos de oposición?
Montealegre pregona que la “consulta popular” prevalece y que la voluntad política y los “cambios sociales” pasan sobre las leyes y la Constitución. Es la forma de avisar que está abierta la fase del poder de hecho, de la fuerza, de la arbitrariedad más rotunda. Montealegre, claro está, disfraza eso en “movimiento ciudadano”: “En la postmodernidad, los grandes cambios sociales son producidos por los movimientos de ciudadanos y las herejías constitucionales.”
Gustavo Petro es quien polarizó al extremo la vida política. En septiembre de 2024, el Consejo de Estado le ordenó a Petro presentar disculpas públicas por haber llamado “asesinos” a las personas que gritan en los estadios “¡Fuera Petro!”. Pero él siguió en lo mismo jugando con ciertos símbolos, como el de la “guerra a muerte”, bandera que sacó en un mitin en Bogotá, junto con una espada. Su furia creció tras el fracasado “paro nacional” de 48 horas, del 28 y 29 de mayo. Ahora argumenta que él, Petro, es “el pueblo” y que lo que quiere “el pueblo” es acabar con todo para realizar el socialismo que la ciudadanía repudia y que tanto condena el senador Miguel Uribe Turbay.
Tales son las condiciones que precedieron el atentado en un parque de Bogotá. La ciudadanía fue notificada: entramos en una fase en la que la oposición a Petro deberá encarar el terror, esté él o no ligado directamente a ese tipo de operaciones. Una investigación bien hecha podría decirlo.
Dos últimos puntos que deben ser considerados. 1.- ¿Quién puede creer que la Fiscalía está en condiciones de realizar una investigación independiente que logre saber quién dio la orden, quien le entregó al atacante la pistola austriaca Glock 9 milímetros, quienes idearon y financiaron el atentado, quienes lo realizaron y qué otros planes tienen los jefes de esa aventura criminal? En vista de esas dificultades, ¿el Senado está llamado a realizar su propia investigación?
2.- La campaña electoral. ¿Sigue ésta siendo la prioridad de la oposición después de lo que ha ocurrido? ¿Qué candidato tiene garantías para adelantar su trabajo? ¿La tarea más urgente no es obtener la destitución por vías legales del presidente Petro por la gangrena que instaló en todas partes y que busca devorar al país?
¿Cuál es la actitud a seguir? ¿En qué consiste estar a la altura de la tragedia impuesta? ¿Esperar el próximo golpe? ¿Cómo unir a los ciudadanos para desmantelar el régimen podrido que erigió la extrema izquierda gracias a la inadecuada vigilancia política de los partidos y de los organismos de control?