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Elogio de… la dignidad

Por José Félix Lafaurie Rivera - 01 de Agosto 2025


Con el sarcasmo como recurso, Erasmo de Róterdam escribió el “Elogio de la locura”, convirtiendo a la locura misma en protagonista –la estulticia–, para criticar a la sociedad y a la Iglesia de su tiempo.

Con la indignación como recurso, esquivo el debate sobre las irregularidades del juicio a Álvaro Uribe y el ladrillo que la juez puso en uno de los platos de la balanza que simboliza el equilibrio de la justicia, para intentar un “Elogio de la dignidad”, hoy personificada en el expresidente Uribe, en medio del odio y los insultos de unos cuantos, contra él, su legado y lo que representa para Colombia.

Quizás algunos colombianos se pregunten por qué Álvaro Uribe, que dedicó su vida al servicio público hasta llegar al máximo honor de dirigir los destinos del país, con resultados que, además, fueron tabla de salvación cuando la violencia extrema y multiforme nos había llevado a la condición de país inviable ante el mundo, no declaró entonces su misión cumplida para dedicarse a dar conferencias, a recuperar tiempo con su familia…, con sus nietos.

¿Por qué? Por patriotismo, que no es agitar una bandera en un estadio o colgarla de cualquier ventana el 20 de julio, sino amar de veras a este país imperfecto y emproblemado, sí, pero el de nuestros abuelos y nuestros padres, y el que les estamos dejando a nuestros hijos y nuestros nietos; razón suficiente para no sentarse a descansar cuando nuestro país se desmorona y nos necesita. Álvaro Uribe lo tiene claro.

¿Por qué? Por coherencia, que no es otra cosa que obrar de acuerdo con lo que hablamos, hablar de acuerdo con lo que pensamos y ser fieles a esos fundamentos ideológicos. Se puede cambiar de opinión frente a coyunturas diferentes, pero nunca de principios. Álvaro Uribe lo tiene claro. En medio del saltimbanquismo político que cambia de principios como de camisa, es inamovible su discurso del imperio de la ley y la seguridad como cimientos del libre emprendimiento y la equidad.

¿Por qué? Por coraje, y Uribe sí que lo tiene, pues en este país la coherencia entraña riesgos contra la libertad y la vida, proporcionales al compromiso patriótico, pero también al número de quienes confunden la diferencia ideológica con el odio a muerte.

Y todo eso, más la humildad del conocimiento y la sencillez, la honestidad y la transparencia, arroja un resultado virtuoso: LA DIGNIDAD, que no se compra, se nace con ella y la vida es una lucha por preservarla. Muchos la pierden en el camino, la juegan o la cambian por un espejismo, la dan en usufructo o la regalan, como Stepansky en el poema de León de Greiff.

La dignidad le permitió a Uribe enfrentar a la justicia con la entereza de quien se sabe inocente, cuando muchos escapan del país con la tolerancia de las autoridades.

La dignidad le impidió a Uribe atender el consejo malintencionado de acogerse a la justicia de un acuerdo espurio, porque una justicia que regala impunidad a los criminales no tiene nada que ofrecer a un inocente.

La dignidad le permitió y le seguirá permitiendo a Uribe enfrentar a la justicia con respeto, aunque sienta que a esa institución fundante de la democracia haya que limpiarle muchas telarañas.

El legado de Uribe, más vivo y necesario que nunca en un país arrastrado a la violencia y el desgobierno, es el muro de contención para detener a quienes buscan sembrar el caos y destruir nuestra democracia con ayuda del narcotráfico.

El único camino es recobrar el patriotismo, la coherencia y el coraje, para enfrentar la amenaza… CON DIGNIDAD.

@jflafaurie

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