La equidad de género que se pregona desde el gobierno nacional y el mejoramiento de las condiciones para la mujer, no llegó al sector rural. Esa equidad que en la esfera pública se ha cumplido al dedillo y que en muchas oportunidades ha desfigurado el respecto hacia la mujer, no ha logrado cambiar las cifras del mercado laboral de la mujer campesina. Por el contrario, las ha desmejorado en los dos últimos años, demostrando el relego al olvido y la ausencia de oportunidades para la mujer campesina.
Así lo evidencia la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH), que cuidadosamente levanta el DANE, y cuyo objetivo es proveer información estadística relacionada con ingresos y pobreza monetaria, medir las características sociodemográficas, y cuantificar el mercado laboral (la fuerza de trabajo en número de personas ocupadas, desocupadas, etc.), y, con base en ello, construir indicadores como la Tasa Global de Participación, TGP (que relaciona porcentualmente la fuerza de trabajo y la población en edad de trabajar), la Tasa de Ocupación, TO (que es la relación porcentual entre la población ocupada y la población en edad de trabajar), y la Tasa de Desocupación (TD).
Generalmente se da más trascendencia al empleo y desempleo del total nacional, por ser cifras mediáticas de resultado de desempeño de la economía, lo cual mimetiza la realidad del mercado laboral de la mujer campesina.
La GEIH de junio - agosto de 2025 muestra una de estas realidades. De las 5,5 millones de mujeres campesinas que están en la población en edad de trabajar (PET), solo están ocupadas 2 millones, es decir, solo 35,9 % (tasa de ocupación). Eso revela que la enorme brecha frente a la mujer NO campesina en donde la relación es de 50,3 % y la que se registra para el hombre campesino, 69,8 %.
Más aún, hace dos años la tasa de ocupación de la mujer campesina era de 38,6 %. Y en ese corto lapso la población de mujeres campesinas se redujo en 462 mil; la población de mujeres campesinas en edad de trabajar cayó 372 mil; la fuerza de trabajo en 319 mil mujeres; la población ocupada en 293 mil mujeres. Eso se llama migración. Más que voluntaria ha sido forzada por el estado de guerra que vive el campo colombiano. Claro, también descendió, en menos proporción, la población de mujeres campesinas desocupadas: 26 mil. Y de ahí el origen de una de las fuentes de inequidad: sin estabilidad social y oportunidades de ocupación, no hay ingreso, pero sí más pobreza.
La situación se torna más compleja al observar la ubicación de la población campesina. Del total nacional de población campesina de 15 y más años (11,3 millones personas), 7,3 millones se encuentra ubicada en centros poblados y rural disperso (el 84,2 %) y 4,1 millones reside en cabeceras (el 12,8 %).
Ampliando el foco al total de la población campesina ocupada (hombres y mujeres) –que suma 6,3 millones de personas–, 3,4 millones son trabajadores por cuenta propia y 1,6 millones son obreros, empleo particular, por lo que no sobra preguntar si la reforma laboral propuesta por el gobierno les mejorará su condición laboral. Mucho me temo que no.
Y bajando aún más, a ´Población ocupada según ramas de actividad para la población campesina´, la ocupada en Agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca es de 2,75 millones de personas, produce 28,8 millones de alimentos (UPRA, Evaluaciones Agropecuarias Municipales – EVA, 2023-2024).
En ese panorama, que deja un sinsabor y evidencia la inequidad con la mujer campesina, sobresale el desempeño de la ganadería bovina. Este sector, revela Fedegán en un documento del área de Estudios de Estudios Económicos y Planeación*, genera 1.09 millones de puestos de trabajo, distribuidos a lo largo y ancho del país. Esta magnitud consolida a la ganadería bovina como la más significativa en la generación de empleo rural. Además, se observa en el sector la presencia de más mujeres que con gran tesón, sacan adelante sus fincas, muchas jóvenes que no sólo se le han medido a esta exigente actividad, sino que han sido fuente de innovación y emprendimiento.
Pese a esta gran contribución, todo el sector agropecuario deberá avanzar en estrategias que aceleren la formalización y mejoren la calidad del empleo, a través de la implantación de procesos de tecnificación e innovación para aumentar la productividad sin sacrificar empleo rural. Es una asignación pendiente, pero se requiere de un gobierno con los pies puestos sobre la realidad de nuestro sector rural y no creyéndose el redentor climático sacrificando el aparato productivo nacional apertrechándose en las redes sociales como bandera política.
* Fedegán-FNG. El empleo que genera la ganadería colombiana. Oficina de Planeación y Estudios Económicos - 2025.


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