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Fiebre aftosa, por qué estamos como estamos

Por Carlos Germán Osorio Neira - 22 de Noviembre 2018

Retrocedimos 12 años en la campaña antiaftosa, nos toca reconstruir lo que el gobierno anterior desarmó, retomanado el trabajo técnico y articulado con el que conseguimos el estatus de país libre con vacunación

Todos sabemos que perdimos el estatus de país libre de fiebre aftosa, luego que a lo largo de 17 meses se presentaron nueve (9) focos en varios departamentos del país. En resumen, retrocedimos 12 años en el tiempo y volvimos a ser país endémico.   Para muchos no es claro cómo llegamos a este punto, luego de que el país disfrutó de 93 meses de “silencio epidemiológico”, sin focos. A continuación, las razones que nos llevaron a esta situación.   Lo primero es precisar que un programa de erradicación de fiebre aftosa requiere además de vacunar, articular varios componentes como la vigilancia epidemiológica, el control a la movilización, la protección de fronteras, el oportuno diagnóstico de enfermedades vesiculares y la educación sanitaria, entre otros.   Buena parte del descalabro se debe a que el anterior gobierno y en especial el ministerio de Agricultura en cabeza del señor Iragorri, se encargó de debilitar la institucionalidad que llegó a ser el modelo a seguir para otros países del continente.   A partir de que el ministerio asumió la administración del Fondo Nacional del Ganado, la parafiscalidad se politizó. La vacunación pasó de ser dirigida por el equipo de epidemiólogos y expertos en salud que conformó Fedegán, a quedar en manos de personas sin la capacidad técnica requerida.   Se nombraron a manos llenas programadores, digitadores y vacunadores; el equipo de 8 expertos con los que se manejaba la campaña a nivel nacional se convirtió en varias decenas de funcionarios. Por lo que se sabe, se gastó la totalidad de los recursos sólo en atender la vacunación.   La información que se reporta sobre inventarios no es confiable, cuando en Fedegán comparamos los del ciclo II de 2015 contra los del 2017, encontramos que había muchos municipios en los que el aumento en predios llegaba al 30 o 40 %, mientras los bovinos disminuían o aumentaban sólo 5 o 10 %, la cantidad de terneros menores de un año equivalía al 170 % o más del número de hembras en edad reproductiva, esto, por poner sólo algunos ejemplos.   Mientras esto pasaba con la vacunación, el ICA comenzó a llenarse de contratistas con perfiles que nada tenían que ver con sus labores misionales, que terminaron costando cerca de $90 mil millones, un porcentaje muy importante del presupuesto del instituto.   Adicionalmente, las mafias del contrabando permearon su estructura, se perdió el control en la expedición de guías y los retenes en las carreteras no ejercen ningún control sobre la movilización de animales.   Es innegable que la presión del contrabando es mucho mayor ahora que hace unos años, por la situación cada vez más crítica de Venezuela, pero eso ha debido generar una reacción gubernamental de las mismas proporciones, desafortunadamente no fue así.   Ha sido doloroso ver cómo muchos gremios aplaudieron la gestión del ministro Iragorri y su equipo, aupados por la promesa de administrar el FNG.   Además de lo anterior, no es menor la responsabilidad de los ganaderos que hacen parte de los grupos delincuenciales y de los que compran ganados de contrabando, que no son pocos. Ya pueden ver las consecuencias de su actuación.   Frente a la grave situación de Venezuela, Brasil donó 21 millones de dosis de vacuna y PANAFTOSA está monitoreando su aplicación. Si se reportan buenos resultados, Colombia debería sumarse a la campaña, porque dependemos de lo que pase al otro lado de la frontera.   Salir de la crisis exigirá un trabajo coordinado entre todos los actores, para vencer la presión del contrabando, fortalecer la conciencia de los ganaderos y retomar el camino correcto, luego de la perversa participación de un gobierno interesado en burocratizar las entidades públicas y dividir el gremio ganadero.