El 20 % del hato bovino colombiano —más de 6 millones de cabezas— se localiza en el 70 % de los municipios donde hay ganado (775 de los 1.106 municipios), lo cual indica que el 80 % del hato (24 millones de cabezas) se ubica en el 30 % de los municipios del país, 331.
Esta distribución nada tiene que ver con lo que los economistas llaman el principio de Pareto, pero si nos sirve para ilustrar cómo el 80 % de la ganadería establecida en el 30 % de los municipios puede contribuir con su conocimiento, experiencia, olfato de negocios e inversión, a que ese otro 20 % de la ganadería crezca, amén de los comités ganaderos, apoyo de los gobiernos locales, la banca agraria, y las instituciones de investigación agropecuaria. No le metamos gobierno nacional porque no avanzamos un poste, pero azuza a desalambrar kilómetros.
Esta propuesta ganadera de inclusión económica y social, busca nivelar la ganadería por lo alto y no por lo bajo. La tendencia de la actual política pública persigue, so pretexto de una igualdad mal entendida, que los ricos sean pobres distribuyendo su riqueza, pero no creando riqueza para distribuir.
En estos 775 municipios existen cerca de 310 mil fincas con ganado, que en promedio son 400 fincas por municipio, con la siguiente distribución según tamaño del hato: el 90 % de estas fincas contiene entre 1 y 50 cabezas y el 10 % entre 51 y 500 cabezas, más un reducido número de fincas que están por encima de 501 cabezas (427).
Es de Perogrullo anteponer que en esos 775 municipios las carencias están a la orden del día: inseguridad, delitos contra la libertad y la propiedad, falta de vías, dificultades de comercialización, escaza infraestructura de faenado y más etcéteras, pero por la otra parte, se trata de inducir desarrollo a las regiones y una mejor alimentación (carne y leche) a su población, y de descubrir que allí hay nuevas oportunidades de negocios e inversión —es convertir a la ganadería en motor de desarrollo y crecer desde la base municipal—, y porque no decirlo, en un frente de solidaridad, tabla de salvación y en una alternativa para sustitución de cultivos ilícitos. Se trata de regresar al amor por el campo, desechar el odio y el camuflado que hay detrás de la puerta de la casita del campesino. Para lo demás existe la justicia – la de verdad, no la de la JEP.
Es darle una oportunidad económica y social a departamentos como Chocó, que en 24 municipios tiene 940 fincas con 28 mil bovinos; o Putumayo, que en 10 municipios tiene 4.800 fincas con 88 mil bovinos; o Cauca, que en 28 municipios tiene 9.000 fincas con 127 mil bovinos, por decir solo algunos departamentos, los cuales tendrían con la ganadería bovina y/o bufalina mejor futuro. Allí están más de 40 mil fincas listas para potencializarlas y con gente que conoce la ganadería —no hay que crearlas como en la reforma agraria que busca distribuir tierras con proyectos por hacer—.
Estos municipios se localizan incluso en departamentos caracterizados por tener un alto hato bovino, que también requieren opciones válidas para hacerlos crecer. Antioquia, por ejemplo, tiene en 80 municipios 26 mil fincas con 684 mil bovinos; o Cundinamarca que en 101 municipios tiene 59 mil fincas con 895 mil bovinos; o Santander, que, en 72 municipios, tiene 29 mil fincas con 551 mil bovinos, o muchos departamentos de la región Caribe. Estos 3 departamentos tienen 114 mil fincas en 253 municipios con 2.1 millones de bovinos. ¡Un potencial nada despreciable!
La tarea hacia el futuro es reconstruir económicamente el país, desmontar los odios, apretar la solidaridad y enfocarnos en generar oportunidades de trabajo, de ingresos y de riqueza. En eso no nos podemos equivocar.


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