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Hasta siempre Doctora Corozo

Por Daniel Cadavid Londoño - 06 de Septiembre 2018

Acaba de irse de este mundo nuestra gran amiga Gloria González “Corozo”, una mujer que verdaderamente debe ser recordada en el Bajo Cauca por haber abierto el camino a gran cantidad de profesionales y técnicos que llegaron a la región a transformarla.

La Corozo llegó en los años 70 a Caucasia. No debió haber sido fácil su iniciación. Ser mujer seguramente fue el primer escollo que venció como profesional, una joven recién graduada llegando a un medio muy machista y muy hostil para las nuevas tecnologías, pues en ese tiempo hacer palpaciones e inseminar era una novedad tecnológica.   Fue haciéndose a un nombre y un reconocimiento por su forma de ser –dicharachera y querendona–, pero sobre todo por su inmensa capacidad de trabajo. En esos tiempos poco se sabía de corrales de manejo, cubículos de palpación, puertas en las mangas etc. La incomodidad estaba en los diseños ancestrales de corrales y establos, pisos de cemento no existían, incluso hoy no hay en todas partes.   Las jornadas de trabajo largas con grandes desplazamientos, donde las vías eran intransitables, donde el servicio de transporte era precario, rio, trocha, caballo, eran la generalidad.   Pero más valioso fue demostrar a los incrédulos que su trabajo era importante, además de acertado. Me contaba que le hacían pruebas, le metían hasta machos para que los palpara.   Siempre tomando la vida con alegría se sobrepuso a sus detractores de oficio y los convenció.     Ese medio en que se desenvolvieron sus primeros años como profesional tuvo sus costos. Mucho trabajo. Ella diminuta y frágil se volvía una fiera a la hora de enfrentar 300 o 500 vacas en una jornada de palpación. Miles y miles de animales pasaron por sus manos y así fue abriéndoles paso a otros que fueron llegando a la región a desarrollarse profesionalmente.   La ética y responsabilidad fue siempre demostrada. Era crítica acérrima de los técnicos irresponsables que, sin sustento, recetaban a perros y gatos y que después tenía ella que resolverles la vida por un mal diagnóstico.   Por varios años trabajé a su lado, largos desplazamientos, en moto, a caballo, en carro, en lo que fuera, nunca incumplió una cita, enferma, con dolores o con preocupaciones, siempre estaba ahí el día que era. Nunca se quejaba.   Su vida no fue un cuento de hadas, mientras la tuvimos cerca fuimos testigos de su trabajo impecable que le trajo mucho desgaste físico y sicológico.   Sus anécdotas eran el compendio cándido de una vida sin pretensiones. Su hija Sara, fue su aliento e impulso que la sacaron de sus crisis existenciales.   Las historias y ocurrencias de todo tipo, en una región que ha vivido cualquier cantidad de bonanzas y que muchas de esas han creado ganaderos de ocasión que se han creído con derecho a todo en su momento, fueron minando su ímpetu.   A la Corozo se le reveló la cabeza cansada de ver violencia y muertos. Se cansó de un día para otro y no quiso saber más de vacas, palpaciones, y menos de “encargados” que la recogían a cualquier hora porque llegó el “patrón”.   Quedará más tiempo para recolectar anécdotas con amigos de ella que valdrá la pena recopilar y hacer motivo para recordarla. Muchas pizzas nos comimos en Texas, cuando era de lo bueno para ir a oír música de peluquería y pasar un buen rato.   Hasta siempre Doctora Corozo, quedaste grabada en la historia del Bajo Cauca.   Daniel Cadavid Londoño @cadaviddaniel.