default

La encuesta Roy Barreras

Por Carlos Alonso Lucio - 03 de Junio 2025


Nadie pudo salir a defender el paro. Ni siquiera las bodegas mercenarias que son tan descaradas. Al punto que a Petro no le quedó de otra que salir él, personalmente, a desheredarlo, con su consabido “yo no lo crié”.

El fracaso fue tan rotundo, las fotos de las plazas con las tarimas tan desoladas, las caras tan despistadas de los sindicalistas, mirando sin saber qué carajos hacer, que a Petro no le quedó de otra que salir corriendo a refugiarse un par de días en quién sabe qué tipo de terapias bien psicotrópicas.

Cómo sería, que en el encuentro de presidentes y cancilleres del Caribe, al que Petro nunca llegó, se volvió comidilla el chiste de que el paro de Petro había sido tan malo tan malo que el único que había parado era él. Se burlaban y se burlaban esos caribeños que son tan jodedores. Pobre doña Sarabia que fue quien tuvo que aguantarse esas miraditas de risita triscona.

Obviamente que el fracaso del paro es un síntoma incontestable del desvencijamiento del petrismo, de la pérdida vertiginosa de respaldos que ellos consideraban incondicionales. No es de creer que el teflón aguante tanta acetona y tantos ácidos que le echan a esa vaina. Ni que el teflón fuera más resistente que el tabique vueltiao. Lo que ha quedado comprobado es que sin toneladas de dineros públicos para transportes, comidas y sobornos a caciques y mercenarios, las tales manifestaciones neronianas que le fascinan a Petro, donde se jura tocando la lira oratoria, no funcionan.

Pero esta semana ocurrió un síntoma del desvencijamiento del petrismo mucho más fuerte que el mismo paro. Fue la rabia incontrolable que se le saltó a Roy Barreras cuando el periodista de Blu le dijo petrista. Es que no fue siquiera que hubiera respondido con la intención política de marcar una distancia. No. Fue la piedra incontrolable con que contestó: “Es como si yo le dijera a usted duquista”, le increpó al periodista, con una voz que se lo comía.

¿Por qué, se pregunta uno, un tipo como Roy Barreras, metido en el petrismo hasta los tuétanos, codirector con Benedetti de la campaña presidencial, elegido senador en la lista del Pacto Histórico, embajador de Petro en Gran Bretaña hasta hace una semana, llega a sentir tanta alergia de que le digan petrista?

Pues muy simple: porque sabe que eso lo acaba. Sabe que ser petrista es cada vez más impresentable.

Roy Barreras es una persona inteligente. Él ha intentado construir una cierta imagen de intelectual que sabe perfectamente que le resulta incompatible con el título de petrista. Hasta cierto punto es comprensible la rabia que le dio: imagínese usted a un político que, como él, lleva veinte años haciendo lo habido y por haber para que lo saquen del corral de los lagartos y lo metan al salón de los estadistas… El título de “petrista” le tira a la caneca todo ese trabajo en un segundo…

Cómo estará de fuerte la desbandada que, diitas después del corto circuito radial de Roy Barreras, salió el gobernador de Boyacá, Carlos Amaya, a aclarar que no renunciaría para ser el candidato petrista a la presidencia. Pese a que Petro le puso todas las tentaciones del mundo. Pero le dijo que no, ni bobo que fuera. En las pasadas elecciones Amaya respaldó a Rodolfo Hernández y no a Petro, y pese a toda el agua que ha corrido bajo el puente, prefirió quedarse con el título de “rodolfista” que ponerse el de “petrista”.

Cómo es la vida… y saber que al único que sigue queriendo graduarse de “petrista”, Petro no quiere verlo ni en pintura. Pobre Gustavo Bolívar, que no le han servido todas las declaraciones de amor para que le abran aunque sea un pequeño resquicio. Él ha venido intentando que le quiten el título de “comandante de las primeras líneas” pero no el de “petrista”. Dirá que cada momento trae su afán. Vamos a ver cuánto le dura la tusa.

Por lo pronto, esta que podríamos denominar la “Encuesta Roy”, dice mucho. Muestra la cola larga de quienes ya comienzan a tirarse de la chalupa. Ni qué decir de cuando empiecen a juntarse las tusas: la tusa de Bolívar con la de Laura Sarabia y la de Benedetti con la de Francia Márquez con la de la señora de más allá y los amigos de más acá con los cómplices de más allá.

Ese día no habrá maizal a donde esconder tanta tusa.