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La guerra se gana en el aire

Por Abelardo De La Espriella - 17 de Noviembre 2019

Enseña El arte de la guerra que “todo movimiento militar es importante para la nación porque se trata de vida o muerte, de supervivencia o destrucción; es imperativo, por lo tanto, estudiarlo muy atentamente”.

Colombia está en guerra contra dos enemigos poderosos, que al final terminan siendo uno: el narcotráfico y el terrorismo. El tartufo Santos, que recibió al país con menos de 50 mil hectáreas de cultivos ilícitos, se lo entregó al presidente Duque con más de 200 mil.

Esas plantaciones, controladas por estructuras armadas al margen de la ley, fundamentalmente las “disidencias” de las Farc, se traducen en toneladas de clorhidrato de cocaína, cuya comercialización irriga generosamente las arcas de ese grupo antisocial.

Combatir al narcotráfico y al terrorismo es un asunto sustantivo y fundamental; así lo ha entendido el presidente Duque, a pesar de estar parcialmente maniatado por la “Corte Constitucional” santista, que se ha ingeniado toda suerte de razones para impedir que se ponga en marcha el único mecanismo eficaz en la lucha contra los cultivos ilícitos: la fumigación aérea.

A través de la erradicación manual, es prácticamente imposible acabar con la coca. Existe evidencia de que hay zonas del país con cultivos de coca que producen hasta 6 cosechas al año. Los narcos, así como han invertido ingentes sumas de dinero en el perfeccionamiento de rutas para el tráfico y la compra de conciencias, han hecho lo propio para hacer cada vez más resistentes y eficaces las plantaciones de las que brota la materia prima de la cocaína, que, sin duda, es el combustible con el que ellos intentan poner en jaque a la sociedad y a nuestra democracia.

Al precio que sea, hay que retomar las fumigaciones aéreas. De no hacerlo, va a ser muy difícil romperle el espinazo al basilisco que tanto defienden las Farc y demás sectores de la izquierda, que se han convertido en los promotores de la prohibición de las fumigaciones.

Para los terroristas con los que Santos pactó en La Habana, el asunto era de importancia extrema. Fueron ellos los que pusieron de rodillas al Estado y obligaron a que se suspendiera la aspersión. Esos individuos, que estuvieron encerrados durante décadas en la manigua y que crecieron exponencialmente hasta que la guerra llegó a los cielos, saben perfectamente que, gracias a las fumigaciones con herbicida y a los bombardeos, la correlación de fuerzas cambió en perjuicio suyo.

La guerra contra el narcotráfico y el terrorismo, que, insisto, son la misma cosa, se gana desde el aire.

Y así como es urgente que se retomen las aspersiones para llevar a los cultivos ilícitos a su mínima expresión, nuestra Fuerza Aérea y la aviación del Ejército deben gozar del pleno respaldo del Gobierno y de la ciudadanía, para continuar con los bombardeos a los campamentos de los criminales. Resulta repulsivo que el santista redomado y enmermelado Roy Barreras, que representa lo más sucio y deleznable de la política, con sus debates cargados de odio, ventajismo, oportunismo y resentimiento contra nuestros militares y policías, se salga con la suya y logre amedrentarlos.

Lo que quieren los bandidos y sus cómplices (que son igual de criminales) es crear precedentes sociales y judiciales, para que los miembros de la Fuerza Pública no cumplan sus deberes de combatir el crimen, por temor a las represalias mediáticas y jurídicas.

A las cosas hay que llamarlas por su nombre: el bombardeo contra la guarida en la que estaba escondido el bandido de las Farc, alias Gildardo Cucho, en la zona rural de San Vicente del Caguán, está dotado de toda la legitimidad, a la luz del Derecho Internacional Humanitario.

Claro que produce inmenso dolor que, en esa operación, siete menores de edad hayan perdido la vida, pero en ningún caso, aquellos decesos son responsabilidad del Estado. La culpa la tienen las Farc, Santos y, por supuesto, el miserable acuerdo de paz de La Habana, en el que no se exigió la desvinculación total de los niños en poder de los terroristas. No olvidemos que ese acuerdo se perfeccionó con el concurso canalla de Roy Barreras.

Celebro la designación de Carlos Holmes Trujillo como ministro de Defensa. Que se tengan los criminales, porque no hay duda de que él va a llegar golpearlos, sin contemplación. Con el nuevo ministro, seguirán los bombardeos y, seguramente, se establecerán los mecanismos necesarios para que se pueda recomenzar con la fumigación aérea de la coca.

Y cierro con otra enseñanza de El arte de la guerra: “es necesario hostigar al enemigo para saber en qué parte está fuerte o débil…”y ese hostigamiento, debe darse desde los hermosos cielos de nuestra patria.

La ñapa I: ¿Por qué Roy Barreras, demás hierbas del pantano y medios enmermelados no dijeron nada de los menores muertos en bombarderos legalmente ordenados por el tartufo en su momento?

La ñapa II: Para que vayan viendo: ya van 15 extranjeros expulsados de país, cuya intención era –a no dudarlo– cooperar en el sabotaje que tienen programado los mal llamados encapuchados para el paro del 21 de noviembre. Aterra saber el número que aún queda por expulsar del suelo patrio y que nada se hace contra los connacionales que “supuestamente” quieren infiltrarse para aportar su cuota de caos y destrucción ese día.

Abelardo De La Espriella: Es Abogado, Doctor Honoris Causa en Derecho, Máster en Derecho, Especialista en Derecho Penal y Especialista en Derecho Administrativo. En 2002 fundó la firma, DE LA ESPRIELLA Lawyers Enterprise Consultorías y Servicios Legales Especializados, de la que es su Director General. Es árbitro de la lista A de la Cámara de Comercio de Bogotá. Ha sido apoderado de los procesos jurídicos más importante de la última década. [email protected]